Julián Isla no solo quiso apoyar a la AD Ceuta desde las gradas. Apasionado por la música, un día decidió dar su voz al himno del equipo, una canción que más tarde se convertiría en una seña de identidad de la afición.
Ahora esta melodía será eterna. El ceutí falleció el pasado 30 de abril y dejó tras de sí el recuerdo de una persona extraordinaria. Sus seres queridos no encuentran las palabras más acertadas para describirle. Tienen mucho que decir sobre él y sobre todo lo que les ha dado en vida. Transmiten el gran cariño que le profesaban y cómo su característica alegría los contagiaba.
Su partida a sus 76 años ha dejado un gran vacío en su familia, en sus amigos y en los que lo conocían. Sencillo y alegre, siempre se lo reconoció por recibir a todos con los brazos abiertos y por volcarse con sus allegados.
Familia numerosa
Nacido en el seno de una casa en la que nunca ha faltado el amor, él y sus siete hermanos siempre estuvieron unidos. Sin embargo, entre él y Miguel ha existido un lazo fuerte que ha sobrevivido al paso de los años y de los cambios.
“Era estupendo. Educado, buena persona y buen padre. Lo tenía todo”, expresa. Sabe de buena tinta que las dos hijas de Julián solo tienen para él buenos comentarios llenos de agradecimiento. “Hubiera cumplido los 77 este cinco de junio”, lamenta.
Compartieron profesión y experiencias. Los dos dejaron atrás a Ceuta y se mudaron a Madrid para incorporarse al Cuerpo de la Policía Nacional. Después de años dedicados a su carrera, decidieron regresar a su hogar.
Una sonrisa para todos
Julián era una de esas personas que siempre va con la sonrisa puesta. Siempre recibía a quien se topaba con él con esa actitud que levanta el ánimo a cualquiera. “Siempre estaba contento. Era un dicharachero”, cuenta.
“Mi hermano era extraordinario”, manifiesta. No puede evitar tener las emociones a flor de piel. Ha sido realmente una despedida dura para él. Este 30 abril tuvo que darle el último adiós.
Una de las facetas más conocidas a nivel público de este ceutí era la música. La necesidad de cantar y tocar surgió en él a edad temprana. Ya de joven comenzó a experimentar la magia que se palpa sobre un escenario.
Los Dingo
Tocó en varios grupos e incluso grabó algunos discos. Es más, cuando comenzó a desempeñar sus funciones como agente de la Policía Nacional, tampoco dejó el mundillo. Participó en la banda del cuerpo.
“Le gustaba desde pequeño”, explica Miguel. “Dio conciertos también. Hasta estuvo en un grupo. Se llama Los Dingos. Tocaron en la Península, por la Costa del Sol, e incluso estuvieron por Marruecos”, relata.
Julián era la voz cantante, pero, también, la batería. Iba a caballo entre una y otra. “Tenía una voz muy bonita”, alega. Nunca se olvidó de su tierra natal y en la distancia la tuvo en mente a Ceuta. Llevaba la ciudad por bandera. “Él era muy caballa”, asegura.
Seguidor de la AD Ceuta
Apoyó a su equipo, la AD Ceuta, desde las gradas y a través de su talento. “Íbamos a ver al fútbol desde jóvenes. Mi hijo va y sus nietos también”, narra. Este sábado no podrá estar entre los asientos del Alfonso Murube como lo hacía de costumbre.
Sin embargo, estará más que presente en este partido. El equipo en su honor hará un minuto de silencio para darle un último adiós en uno de sus lugares favoritos, el estadio que lo vio crecer, el campo de juego que fue testigo de su transformación de niño a hombre.
“Mi tío es el que le puso voz al himno. Se ha escuchado mucho y es histórico en la ciudad. El club le va a hacer un homenaje”, menciona Susana, su sobrina. Su melodía volverá a sonar y Julián estará en el estadio. Quedará para siempre en el recuerdo de la afición y del equipo.
Le conocí en Madrid en la Academia de Policía armada y estuvimos juntos hasta que él pidió la baja del cuerpo para irse junto a su hermano Miguel a su querida Ceuta . Fue un gran amigo, compañero y mejor persona, le volví a ver en Ceuta a el y a Miguel en un viaje con mi mujer, y pasamos una bonita jornada. Le echare de menos D.E.P buen amigo.