Ellos son los auténticos héroes. Los más vulnerables a la pandemia del coronavirus y los que han sabido resistir sin tan siquiera poder tener cerca a sus familiares. Muchos de ellos, también en Ceuta, han tenido que vivirlo solos, en la más pura soledad, y aún así siempre con el optimismo por bandera y regalando una sonrisa. Han pasado durante sus vidas una guerra, una dictadura y una transición donde era difícil hasta llevarse un pan a la boca. Ahora, ya cuando tendrían que estar disfrutando de la vida, se declaró una pandemia mundial y de nuevo han tenido que sacar fuerzas de flaqueza para ganar esta durísima batalla. FaroTV se ha adentrado en las instalaciones de la Fundación Gallardo, en nuestra ciudad, para conocer de primera mano sus testimonios, un año después de que nuestras vidas se paralizasen y tuviéramos que aprender a convivir con el bicho.
Los primeros meses fueron de auténtica incertidumbre, se dictaron nuevos protocolos a marchas forzadas y se tuvo que hacer un doble esfuerzo para poder llegar a todos los usuarios. “Al principio hubo mucha incertidumbre, mucha precaución. Lo primero que pensamos es que teníamos que seguir asistiendo a nuestros usuarios cumpliendo con la normativa que existía en esos momentos. Diariamente nos desplazábamos a los 65 domicilios de cada uno de los usuarios y le facilitábamos la tarea para analizar su estimulación en sus propias casas. Según se va suavizando y la desescalada, fuimos entrando a su domicilios, siempre cumpliendo con las medidas y unas pautas de terapia, hasta que el 23 de junio según dictaminaron las autoridades sanitarias pudimos volver a abrir nuestras puertas”, explicó Jesús Perea, director de la Fundación Gallardo.
La pandemia ha golpeado sin miramientos a las personas mayores, y su estado de salud se ha visto empeorado en algunos casos de manera considerable. “La pandemia y el confinamiento obligatorio, a parte lógicamente de las víctimas y los enfermos que ha habido, las personas mayores lo han sufrido muchísimo sobre todo en el deterioro cognitivo. La soledad, la rutina diaria en casa sin poder salir de ella… Eso ha afectado muchísimo a nivel de salud. A la vuelta, cuando empezamos a recibir a nuestros usuarios, comprobamos que había habido un deterioro importante y ha sido devastador”.
A pesar de la incidencia del COVID en la ciudad, los protocolos que ha seguido la Fundación Gallardo han funcionado y no han detectado ningún positivo ni entre sus trabajadores ni en los usuarios. “Afortunadamente no hemos tenido ninguna incidencia, ni cuando abrimos el 23 de junio, gracias al protocolo de seguridad que tenemos. Nuestros trabajadores van perfectamente equipados, hacemos pruebas periódicas tanto a los trabajadores y usuarios con test de antígenos, y eso da una seguridad tanto a los usuarios como a los familiares que saben que vienen a un entorno seguro. Incidimos mucho en la limpieza y desinfección de toda la instalación. Ya están recibiendo las vacunas y poco a poco se va viendo luz a este túnel. Ha sido difícil, pero trabajando seguiremos adelante y estamos contentos de cómo nuestros usuarios lo han asimilado ya que son unos héroes”.
Claudio Alarcón es el psicólogo de la Fundación Gallardo, y al igual que el resto de sus compañeros se tuvo que reinventar, doblegando esfuerzos para ayudar a esas personas a que pudieran seguir realizando su trabajo diario. “Es verdad que de repente cambia todo. Cambian sus vidas, al igual que las nuestras, pero la de ellos incrementado porque la mayoría de usuarios presentan deterioro cognitivo y aquí vienen a realizar un tratamiento. Había que cambiar la dinámica, eso hicimos porque era cambiar nuestra mecánica de 6 años de trabajo, de un día para otro. Tuvimos que usar por un lado las nuevas tecnologías y, los que no tenían ese acceso, pues utilizamos un transporte de las actividades adaptadas para hacerlas en el domicilio”.
Sin duda alguna en esta pandemia los más damnificados han sido las personas mayores. De hecho ya empiezan a publicarse los primeros estudios en los que se demuestra el deterioro sufrido. “Ya hay los primeros estudios a nivel nacional que indican que el 60% de los pacientes que presentan deterioro cognitivo o demencia ha visto amplificado los síntomas, sobre todo en la primera parte del confinamiento total. A la vuelta del confinamiento, cuando pudieron venir el 23 de junio, se hizo una reevaluación de todos y sí es verdad que había afectado entre 1 y 2 puntos a la media de la puntuación que suelen obtener. En algunos de los casos era empezar a trabajar con ellos de nuevo, no todas las familias siguieron el tratamiento que se pautó y también entendiéndolo por el lado que ellos se tuvieron que enfrentar. Es normal que se haya visto afectado porque las personas que tienen deterioro cognitivo se suelen guiar por su rutina diaria y cuando eso se frenó de golpe, pues tuvo sus consecuencias”.
Gregorio, usuario de la Fundación Gallardo
Un año siendo usuario de la Fundación, y el estar allí es su refugio para seguir sonriendo
Gregorio Hermoso, de 72 años, es otro de los usuarios de la Fundación. Justo cuando se declaró el estado de alarma en marzo del año pasado se estaba operando en el Hospital Puerta del Mar de Cádiz. “Lo pasé mal. El primer día de confinamiento me cogió volviendo del Hospital Puerta del Mar de Cádiz, que me habían operado de un hematoma de la cabeza. De inmediato, nada más volver, me tuve que confinar”, añadió. Asegura que es lógico tenerle el miedo al coronavirus, pero sobre todo hay que prevenir. Él mismo explica las medidas a tomar. Y si ellos, lo más vulnerables, te lo cuentan al detalle, a los demás solo nos queda oír y tomar ejemplo. “Bastante miedo, pero más prevención ya que no podemos vivir asustados. Si tomas las medidas de precaución, no te pasa nada. Si vas con la mascarilla, tienes distancia y no te metes en un sitio con mucha gente… no te tiene que pasar nada, son normas muy sencillas y fáciles de cumplir”.
Amada Córdoba, usuaria de la Fundación Gallardo
Una vida trabajando en Telefónica, ceutí de nacimiento, y que ahora comparte su felicidad con el resto de usuarios de la Fundación
Todos los usuarios coinciden en el trato que reciben de los trabajadores de la Fundación Gallardo, ya que han conseguido formar una bonita familia. Amada Córdoba tiene 91 años, y hace 3 que murió su marido cuando vivía en Fuengirola. Cogió las maletas y se vino a Ceuta con su hija.
Pepita, usuaria de la Fundación Gallardo
Su lucha y su entrega deja boquiabiertos a los demás usuarios y a los propios trabajadores. Una guerrera en toda regla
Uno de los ejemplos de superación es, sin duda, el de Pepita, de 89 años. Usuaria de la Fundación Gallardo es ciega y a pesar de ello realiza las actividades igual que el resto de sus compañeras, e incluso las manualidades las hace al tacto. En pleno confinamiento sentir que llegaban los trabajadores para darle sus labores era el momento de alegría. “Me animaba mucho verlos llegar a mi casa. Venían con tanto entusiasmo y con tanta alegría… me tiraba toda la mañana pensando: ‘ya van a venir, ya van a venir’. Lo pasé bien en ese aspecto porque estaban siempre atentos. Los niños además de trabajar muy bien lo hacen con mucho cariño y solidaridad con nosotros. Hacían favores como ir a por la medicina, asuntos de banco… han estado ahí y no es por darle coba eh, es que es verdad”. El confinamiento fue difícil para todos pero mucho más para ellos. “Creo que lo hemos llegado a sentir todos. Lo que pasa que gracias a la conexión que había con los trabajadores consiguieron que no perdiéramos el contacto del todo. Y ya cuando pudimos venir, eso fue la repatata. Nos encanta venir, porque nos sentimos como amigos. Nos sentimos unidos, como una pequeña familia bien avenida. El volver fue un momento muy alegre”.
Un año de pandemia
Un año de COVID-19, de mucho miedo, pero ya se empieza a ver la luz al final del túnel
Los usuarios de la Fundación Gallardo mostraron su felicidad de poder volver a las instalaciones. Desde la institución se congratularon de no detectarse ningún positivo, tras un trabajo previo de protocolo. Las pruebas de antígenos son periódicas para que todo esté controlado, y, por supuesto, la desinfección de cualquier rincón de las instalaciones. Las vacunas empiezan a aparecer, los mayores empiezan a ponérsela y parece que se ve la luz al final del túnel. Aunque sea con mascarilla, con traje EPI, o lo que haga falta lo importante es poder volver a mirar a nuestros mayores a los ojos y sentir que vuelven a sonreír.