La situación que se vive en el polígono del Tarajal no puede permitirse por más tiempo. Al abandono evidente en materia de limpieza se suma una inseguridad focalizada en los sucesos que salen a la luz y los que no. Porque para uno que trasciende mediáticamente son cuantiosos los que se quedan en la intimidad de los propios empresarios que siguen manteniendo como pueden sus negocios.
Es una lucha constante, una auténtica batalla para salir adelante, sobre todo después de que hayan tenido que sufrir el menosprecio de una administración que ahora les mira por encima del hombro.
Es como si se les criminalizara por algo de lo que no son responsables. Es el abandono del entorno que les atrapa a ellos, sin tener por qué.
La pasada madrugada unos individuos intentaron robar un coche en las naves del Tarajal. No lo consiguieron y terminaron quemándolo. Es un suceso que refleja hasta qué punto se puede hacer lo que se quiera en un espacio que debiera tener un mínimo de cuidado y protección.
No lo tiene. La administración echa mano de ese pueril juego que consiste en no aclarar la línea que separa lo público de lo privado, condenando a los que mantienen allí sus negocios a asumir todas las consecuencias siendo así paganos de la inseguridad exterior que se traslada hasta sus naves. Mientras tanto, la institución municipal se lava las manos argumentando que nada tiene que ver con esto.
El polígono se ha transformado en una especie de engendro que no se sabe bien cómo funciona. Por un lado están los empresarios que siguen apostando por el lugar; por otro, unas naves reconvertidas en centros de menores que lleva a que no exista control en el entorno ya que no se puede mantener el orden de cierre de puertas que existía anteriormente; y por último, esa especie de vertedero en el que se han convertido algunas calles hasta donde llegan vehículos para descargar residuos de otros lados.
No se puede seguir mirando hacia otro lado, ni mucho menos descargar toda la responsabilidad en el empresario. Esa actitud es, sin duda, la más cobarde de todas e impropia de la clase política.
Totalmente, tanto la asamblea como la delegación del gobierno nos han abandonado, eso sí, cobran religiosamente los impuestos, sólo el catastro la ciudad recaída anualmente más de un MILLON DE EUROS, cuando las naves funcionaban al 100% sólo en el IPSI recaudaron una millonada y ahora nadie se acuerda de nosotros, ni los partidos políticos y mucho menos Juan Vivas