Un reguero de hormigas deje que entrase por mi boca, ajena a aquella silenciosa emboscada planificada mientras dormía, para escalar hasta mis nasales fosas como los perfectos pasos de un sincronizado ejercito mandarín. De ahí, entrarían rápidamente para comerse mis pensamientos o los pocos que se quedaban después de haber pasado una fiebre que se resiste a pesar de los días y que te eleva a estar más cerca del delirio con imágenes claras y nítidas de un viaje al centro de uno mismo.
Todo su cuartel bien reclutado, había organizado un banquete a mi consta. Se habían reunido murmurando en corro entre ellas, invocando su alto poder de equipo delante de un fuego imaginario para ser yo su próxima víctima al borde de un precipicio maya, ejecutada en mitad de la noche.
He pasado cuatro días escupiendo lava como un volcán, cual erupción dejaba un bucle permanente y latente cada tres horas y un insoportable punzante dolor de cabeza, envuelta en mi propio cuerpo húmedo y pegajoso; por tener sensación térmica de frio congelador en los dos pies y en las dos manos, alterados ambos cuatro por cuatro invisibles extremidades que sumaban más de los que percibo, por la química y el fármaco- remedio acompañado de una fulminante ola de calor sin ánimos de abandonar el resto de mi cuerpo. Recostada sobre el trono de dos almohadas que intentaban sostenerme el dolor debajo de las costillas por no poder descansar de todas las toses que guardaban fila, le pedí ayuda a mi servicial cabecero ikeano para socorrerme.
Una luz que cambié de sitio dejándola en el suelo, para ganar intimidad estando sola nada más invadir esta encalada casa de techos altos que no miden cuanto vacío hay en mi vacío y acompañarme por si aparecían pesadillas y manifestaciones reveladoras. Creo que el miedo a algo siempre se tiene y especialmente muchas personas a la oscuridad. Eso te remonta a los años en el que cuando somos niños solo somos un niño, no estando preparado para afrontar y aprender rápido conceptos y realidades. Yo, anoche, me sentí sola en medio de una oscuridad perceptible con sus monstruos y sus fantasmas.
Quizá asustada porque creía que si no dormía con luz, me apagaría como una vela cuando la soplas.