Arjan Sundardas era una persona brillante, así lo describen sus familiares y su entorno cercano por todos los logros profesionales que alcanzó desde muy joven, y de los que por supuesto le encantaba de vez en cuando “presumir” por todos esos proyectos que había conseguido materializar.
Pero no solo en el ámbito profesional Arjan era deslumbrante, porque por encima de su profesión se encontraba ayudar al prójimo, dar un giro a sus vidas para que mejorasen y, precisamente esta faceta, era la más desconocida para toda su familia, así lo confiesa su esposa Sabina Vaswany, que supo de la misma una vez fallecido. “Desconocía muchas de esas historias hasta que desgraciadamente un día Dios se lo llevó y a partir de ese momento empecé a recibir cartas y llamadas de sus amigos, incluso de sus trabajadores para mostrar su agradecimiento hacia él y contarme las historias personales de cada uno y lo mucho que le deben”.
Pero de todos sus proyectos el que siempre destacó por encima de todos fue la creación de la Escuela de Negocios del Mediterráneo, puesta en marcha con la ayuda de los Fondos Europeos a través del Programa Operativo de Cooperación Territorial España-Fronteras Exteriores (POCTEFEX), que ha formado en Ceuta a varias promociones de empresarios y profesionales, a través de un programa MBA que nada tuvo que envidiar a los más prestigiosos impartidos en las más renombradas escuelas de negocios de España. Una iniciativa que nació tras mucho esfuerzo y trabajo pero que también le generó grandes satisfacciones, principalmente por el hecho de volver a pasar tiempo en su querida Ceuta y, sobre todo, por los lazos que creó con su gente. Con él trajo un claustro de doce profesores que, inevitablemente, también cogieron un especial cariñó a la ciudad con la que, aún todavía, mantienen un enorme vínculo. Muestra de ello es que muchos asistirán esta tarde al acto de entrega de la medalla.
Sin embargo, en plena etapa de madurez y cuando su carrera brillaba por sí sola, Arjan tuvo que hacer frente a uno de los peores males, un duro tumor en el cerebro contra el que luchó durante 18 meses. Un período en el que demostró su personalidad: su valentía y su lucha hasta el final. “La enfermedad hizo que todos sus valores de generosidad, humildad y cariño hacia los demás se multiplicaran enormemente, pero como la perfección no existe...”, confiesa su esposa.
Y después de tres años y numerosos premios a lo largo de su vida profesional recibe uno de los que más ilusión le hubiera suscitado al empresario y emprendedor, su tan apreciada Medalla de Plata. “Sé que sería de todos el que más ilusión le habría hecho, quizás por tratarse de su ciudad, o quizás porque no es solo un reconocimiento profesional sino también personal”.