La Ciudad anunció en su día la construcción de un tanatorio musulmán. Confío en que el proyecto no quede recogido en un cajón o entregado al olvido, tampoco sometido a las críticas infundadas de quienes consideran que dichas instalaciones van a prohibir que se siga velando en las casas.
Hay situaciones en las que resulta más que evidente disponer de este tipo de infraestructuras, ofreciendo así un área en donde las familias puedan recibir a quienes quieren darle el pésame sin que eso vaya a suponer anular cualquier otro tipo de tradición.
Hoy en día siguen repitiéndose escenas impropias por falta de un espacio que entra dentro de lo básico y opcional. Tenerlo siempre es algo positivo, un añadido no una merma.
Quien quiera usarlo es libre pero disponer de él ya es un logro para evitar situaciones como la de una madre que espera horas y horas a que pueda celebrarse el entierro de su hijo sin tener un lugar en el que recibir el calor de los demás y pasar las que sin dudas son las peores horas.
En el cuidado de los detalles está el éxito pero también hay que saber graduar, valorar y considerar la tipología de lo que podemos considerar detalle. Par mí ver a una familia que no puede disponer de un espacio para velar como se debe a uno de sus seres queridos es algo tan sagrado que no se puede pasar por alto de ninguna manera.
Confío en que los anuncios hechos en su día no se hayan quedado escondidos por miedos, presiones o no entender de lo que se está hablando.
Que en pleno 2023 no se pueda siquiera valorar una alternativa en algo tan importante como la despedida a un difunto es como para analizarlo.