"Nunca olvidaremos el silencio, un silencio frío que recorre tu cuerpo hasta provocarte sacar una densa lágrima por tu rostro perplejo e inundado de injusticia. En la periferia se siente una energía que no te puede dejar indiferente. Un muro, una valla da sentido al sinsentido". Este es parte del escrito que ha compartido este jueves Cáritas Diocesana de Jaén sobre la experiencia de uno de los suyos en Ceuta.
Han querido multiplicar por redes sociales lo que Álvaro Montejo, responsable de Personas Migrantes de Cáritas Diocesana de Jaén y miembro del Grupo Motor de Cooperación Fraterna de Cáritas Jaén, experimento durante una reciente estancia en la ciudad.
Y en el blog de esta organización perteneciente a la Iglesia Católica puede leerse el escrito completo acompañado de una fotografía tomada desde Benzú, en la que puede preciarse a un grupo de Cáritas dirigiendo su mirada hacia el cementerio de Beliones.
En el texto íntegro puede leerse lo siguiente:
“Pareció un sueño… Éramos seis y un Maestro. Fuimos donde nos dijiste que había que ir. Te seguimos sin dudas aunque escépticos de lo que íbamos a sentir. Nos abriste las puertas, recorrimos un camino, compartimos experiencias: reímos, lloramos, compartimos, oramos.
Nos llevaste a un oasis custodiado por dos guerreras Vedruna que no nos prometieron nada, solo que viviéramos. Dicen que estas Vedrunas son enemigas de la ley y el orden, que agitan las conciencias para restablecer un Reino que ya nadie quiere…
Nunca olvidaremos el silencio, un silencio frío que recorre tu cuerpo hasta provocarte sacar una densa lágrima por tu rostro perplejo e inundado de injusticia. En la periferia se siente una energía que no te puede dejar indiferente. Un muro, una valla da sentido al sinsentido. Ese es el germen que nos han inoculado. Es el germen de la “seguridad”.
Sin embargo, en el oasis, durante seis días nos embriagaron los sueños de unos desconocidos que acudían allí diariamente, que querían, ante todo, pelear una vida, pelear un futuro que en su país de origen les es incierto. No entendíamos sus idiomas… así que tuvimos que abrir todo nuestro corazón para poder escuchar y ponerlo a su servicio. Fue un toma y daca de dar y recibir, de belleza intercultural, de sonrisas sin domar. Visto con perspectiva, no hicimos gran cosa, pero sí algo importante, mirar a los ojos al hermano y amarlo, o como me gusta decir: GRITAR EN COMUNIDAD REBELDÍA.
Nos envalentonamos y nos atrevimos a ver lo que había detrás ese muro prohibido. Recorrimos una preciosa playa aprisionada por una afilada concertina apatrullada cada 200 metros para decirte claramente: no eres libre. Pero Dios está en todas partes y regresamos repletos de FE al conocer que una pequeña congregación javeriana hace la labor más pequeña de todas: permanecer y convivir desde de lo diferente. Convivir con otras culturas y tradiciones no hace que cambies tu FE, la hace más rica, más bella. Jamás olvidaremos la imagen de esa preciosa virgen.
Ya despierto, vuelvo al día a día… lo cotidiano, y me cuestiono, y os cuestiono, pero sobre todo elijo AMAROS. No pareció real, fueron seis días similares a seis años de aprendizaje… ¡Con que energía penetra en ti Dios cuando te alejas de la comodidad!”.
Al final del escrito, un agradecimiento: “Gracias Maestro, gracias Jesús (Castro)”.
Las vallas en las fronteras están como la cerradura y rejas que hay en las casas de cualquier ciudadano. Si tanta pena le da a Cáritas, pueden ir a solucionar el problema en su origen. Nadie se lo impide, pero vivir a este lado, con la seguridad que ello conlleva y los miles de millones de euros que recibe la iglesia, eso parece que no es un "sinsentido"...