Dice el Gobierno de España que en todo esto de la aduana comercial y la normalización fronteriza tienen una hoja de ruta bien estudiada. Nos cuentan que las decisiones son firmes y se llevarán a cabo. Y no paran de insistir en el camino favorable que se avecina para Ceuta y Melilla.
Lo que pasa es que para creer hay que informar. Y este Gobierno y por extensión esta Delegación han optado por callar y ocultar. La técnica a nivel nacional se basa en repetir siempre lo mismo. Si eligen una comparecencia de hace unos meses del ministro Albares podrán analizar que su mensaje es idéntico al que les coló ayer a los dos presidentes de las ciudades hermanas.
En el caso del delegado del Gobierno la situación poco cambia: cuando quiere contar algo envían un vídeo editado en el que el delegado dice lo que él quiere sin posibilidad de preguntas que no gusten. Al delegado del Gobierno lo han transformado en un hombre enlatado que comparece de esta forma para vendernos su historia. Lo hizo con lo que han llamado hito histórico, cuando Bentolila pasó un cargamento de papel higiénico a Marruecos y nos contaron que el Gobierno de España ya había entrado en el libro de los méritos.
Ese día no solo evitaron comparecer ante los medios de comunicación sino que gestaron aquella histórica operación de espaldas a la galería para luego enviar sus propias fotografías y vídeos a los medios de comunicación con lo que ellos querían contar. Claro, la trastienda de lo que no funcionaba quedaba sometida al apagón informativo derivado del no poder ver lo que sucede. Y como no se ve pues no se cuenta.
Para creer, para que todos les creamos, tendrán que informar, tendrán que tener una política más transparente, tendrán que explicar a todos los empresarios, no solo a sus amigos, cómo se va a funcionar en la frontera y qué es realmente lo que se ha hecho y lo que no. Porque si vendemos la burra antes de tiempo pues al final podemos estrellarnos y convertirnos en mirones en un tránsito de meses y meses en los que nada cambia, en los que la vida sigue igual para todos.
En eso de no querer volver a las épocas de antes, las de las avalanchas y el porteo, estamos todos de acuerdo. Pero de igual manera se tiene que hacer un mayor esfuerzo para contar la verdad de lo que está pasando, para ser menos trapaceros y más respetuosos con una población a la que se le lleva tiempo contando milongas, ofreciendo una política informativa cobarde y enlatada.