Escribir es como una doncella que va a la bañera. Desea estar limpia. Oler como una princesa. Estar guapa para ser señalada.
Y mientras ella orgullosa sueña con el futuro. Ese tan incierto que su propio yo le dice al oído: Eres hermosa, hueles bien, estás en el cartel de todos los hombres.
Pero sigue preparándose para ser las mejor entre todas las mujeres. Eso es ser precavida y no dejar las improvisaciones para el mañana. El hoy es lo esencial.
Y yo debo de estar siempre prevenido para no caer en ese olvido.
Que hace tener el mismo ombligo de los demás. Un retoque a tiempo es pensar en el mañana, ese que no hay que dejar a un lado.
No debemos conformarnos. Tenemos que aspirar a mucho más.
Y para ello el horno debe de estar siempre caliente y esperar un nuevo pan, que haga que la estancia y los lugares adyacentes puedan gozar de esa fragancia tan sublime y desear tener en sus manos ese elemento tan magistral y necesario, como es la lectura.
Y perdona por qué voy a seguir escribiendo mi nuevo deleite del querido y añorado mañana.
Gozar de la musicalidad de una frase que sale del corazón y que dice algo para todos:
"Leer unas líneas que te digan algo y que observes a tu lado alguien que con un simple gesto te diga que si, que has conseguido llegar a sus adentros.
Es muy difícil, pero no imposible y por eso debemos de esperar esos instantes donde el arte confluya con sentimientos y nos haga gozar de una expansión de letras bien escritas y que después de leerlas digamos: esto era lo que yo quería decir.
Que feliz me encuentro esperando tus reencuentro con la realidad, esa que tenemos ahora y que desearíamos que fuera conducida por una pluma con ganas de hacernos gozar y darnos esos momentos de gloria y de tranquilidad.
Me emocionaría si lo hubiera conseguido.