El tiempo corre y todos tenemos una misión. Estamos confusos y no sabemos dónde vamos.
Vi un velero y pensé por unos momentos qué libre eran ellos. La mar era el único testigo, el sol su reflejo en el corazón, su piel morena se asemejaba a las olas de sonrisas que de vez en cuando hacían decir a los huéspedes de aquel lugar que estaban flotando.
De lo demás los refrescos se traducían en una música celestial que confundía todo el día. Y es que está tranquilidad es muestra de una sabiduría.
Se observa y se piensa en el más allá; en lo que vendrá; en lo que será. Y mientras sudando somos presas de un lugar, un monte, un instante que nadie recordará.
Solo nosotros que estuvimos allí y que fuimos los únicos testigos de lo que pasó.
Fue bello, solemne, tranquilo, pues solo ellos lo podrán decir.
Nosotros nos tendremos que quedar esperando si alguien dice algo de lo que pasó.