El cambio de hora, a pesar de que habían existido precursores, no se puso en práctica hasta la situación generada por la I Guerra Mundial y se volvió a aplicar, por la crisis del petróleo. Las razones estuvieron, desde luego, fundamentadas en la necesidad de ahorro de energía. Pasaron esos periodos, pero sin embargo se ha seguido aplicando. Al final de la I Guerra Mundial, lo aplicaban unos 39 países, finalizada la II eran ya unos 50 y en la actualidad se han apuntado al fenómeno 74 países, de los cuales 49 son europeos. La mayor parte de los países del hemisferio norte, lo utilizan y en el sur, Chile más algunas regiones de Brasil y Australia. En Asia, ya no se realiza y curiosamente se echa en falta en un país tan industrializado como Japón.
Ciertamente, la aplicación de la medida no es universal y es más explicable en aquellas localizaciones con periodos estacionales en los cuales la duración de la noche, es superior a las 8 horas recomendadas para dormir. Es lógico, que, en regiones no alejadas del ecuador, donde el día y la noche son de igual duración, no tenga mucho sentido el cambio. Con este criterio, su utilización es adecuada en zonas comprendidas en el rango de latitud, entre 26º y 62º.
Sin embargo, el tema del cambio de hora es una cuestión controvertida, con defensores y detractores que defienden o niegan sus ventajas. Dichas posturas, fueron confirmadas en 2007, en un estudio elaborado por la Comisión Europea. Posteriormente, tras realizar una encuesta a casi cerca de cinco millones de europeos−en la que el 84 %, abogaban por la abolición y en España, más del 90 %− la Comisión Europea presentó, el 12 de septiembre de 2018, una propuesta para eliminar los cambios de hora en la CEE. Se instaba a que cada país adoptase de forma permanente, la hora de verano o de invierno, que considerasen adecuada, aunque recomendaba hacerlo coordinadamente con los países vecinos. La propuesta fue respaldada por el Parlamento Europeo en 2019 y se pretendía que el 2021, fuese el último año de aplicación. Sin embargo, al pasar al Consejo ‒constituido por los Estado miembros‒ se encontró reticencia en ellos y las negociaciones, afectadas por la aparición de la pandemia, no llegaron a un acuerdo.
El tema, perece que no tiene visos de resolución próxima, porque incluso no hacen referencia al mismo, los últimos Programas publicados por la Comisión. Sin embargo, en EEUU, el Senado aprobó, unánimemente, el pasado el 15 de marzo, el proyecto de ley Sunshine Protection Act –“Ley de Protección de la Luz del Sol”− que pasará a la Cámara de Representantes y en caso de ser aprobada, a la firma definitiva del Presidente de la nación. Con la misma, EEUU hará permanente, a partir del 2023, el horario de verano.
En nuestro país, el Consejo de Ministros, según un Acuerdo de 7 de septiembre de 2018, creó una comisión de expertos, para que emitieran un informe sobre la idoneidad de aplicar una decisión acerca del cambio horario y la conveniencia de que España, siga permaneciendo en el huso +1, como Europa Central o pasar al huso 0, como le corresponde. En la misma, parece ser que las discusiones se centraron más en la adaptación al huso horario, que en el cambio de hora. En su informe, de 20 de marzo de 2019, se concluyó que no se daban las condiciones para un cambio, mientras no se precisase más y hubiera consenso. Por ahora, el calendario de fijación del periodo de hora de verano, del 2022 al 2026, contenido normativamente, en la Orden PCM/186/2022, recoge que, hasta dicho 2026, habrá cada año, dos cambios de horario estacional en España.
Una de las razones que motivaron el cambio a la hora de verano, fue el pretendido ahorro económico, fundamentado en que, al aumentar las horas de luz natural, se eliminaba el uso en iluminación, durante ese tiempo. Lo cierto es, que no hay estudios actuales que cuantifiquen el ahorro. En España, el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDEA), hizo públicos unos datos en el 2015, en los que estimaba un ahorro en iluminación del 5 %, lo que suponía unos 300 millones de euros. Referidos a los hogares, representaban unos 90 millones, que daban 6 euros de ahorro en cada uno. En los edificios del sector público y servicios, se ahorraban los 210 millones restantes.
El mismo organismo reconoce ahora, que no existen ningunos estudios que evalúen, en el contexto de la realidad actual. Las exigencias de eficiencia energética y las nuevas tecnologías, han dejado obsoletos los análisis anteriores. El propio Ministerio de Transición Ecológica, reitera la ausencia de estudios que confirmen el ahorro energético. La Comisión Europea, en el año 2000, señala que algunos estudios detectan que el ahorro de energía es mínimo, entre el 0 y el 0,5 %. Coincide el dato, con el del Departamento de Energía de los EEUU, que da el 0,5 %. Un estudio de la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich, cifra el ahorro, en solo un 0,34 %. Aún más bajo, es el dato recogido en Francia y Bulgaria, del 0,01 %.
Parece evidente, que el planteamiento original de ahorro energético en la iluminación, queda neutralizado por varias razones. Una de ellas es la aparición de las lámparas LED, con un consumo diez veces menor. Así mismo, el consumo se ha trasladado, en parte, al aire acondicionado, sin dejar de tener en cuenta que las largas horas de sol hacen más apetecible el contacto social y la utilización de vehículos para moverse, realizando compras o por ocio.
La mayor parte de los opositores al cambio de hora estacional, basan sus razones en que afecta a la salud humana. Ciertamente, hay bastantes estudios sobre el tema, aunque en ocasiones son contradictorios. Parece haber coincidencia en que el cambio a la hora de verano, es más perjudicial que el de a la hora de invierno.
En el primer caso, la hora perdida puede ocasionar fatiga, somnolencia, cansancio y mal humor. Los seres humanos, tenemos adaptado nuestro organismo a los ciclos circadianos−procesos controlados por los relojes biológicos− que, si no están alineados con los ciclos naturales de luz y oscuridad, pueden causar trastornos en el sueño y en casos más graves, aunque no tan frecuentes, depresión, trastorno bipolar, diabetes y hasta obesidad.
Ciertamente, la secreción de melatonina−reguladora del sueño− dependiente de los horarios de luz natural, puede demorarse por el retraso en la puesta de sol. Asimismo, también puede estar afectada la secreción de cortisol.
En la literatura, mucha de ella procedente de estudios realizados en universidades y revistas especializadas, se presentan un sinfín de efectos perjudiciales del cambio de hora, además del generalizado efecto sobre el sueño. Aumento de ataques cardiacos al iniciarse el cambio, tasas más altas de accidentes cerebrovasculares en los días posteriores, incremento de accidentes mortales y el espeluznante dato, en Australia, de aumento de tasas de suicidios masculinos, después del inicio del horario de verano. También se registran con el cambio horario, más ingresos hospitalarios de afectados por depresión.
No obstante, otros estudios presentan resultados totalmente contradictorios y la conclusión de los expertos es que los efectos pueden estar relacionados con la diferente latitud del territorio o las características poblacionales y de salud. Dictaminan que el hipotálamo, en la base cerebral, es quien genera las alteraciones en el organismo, dando lugar a molestias en su mayoría de carácter leve y que ajusta su comportamiento en breves días.
El cambio horario de verano, se asemeja a un mini jet lag de una hora y ocasiona molestias leves, tardando el organismo por término medio, en adaptarse unos tres días al nuevo horario. Para personas mayores, con patologías y los bebés lactantes, incluso mascotas y animales, puede ser que la recuperación tarde algunos días o semanas. El cambio al horario de invierno, suele afectar menos y la recuperación es más rápida.
Los especialistas aconsejan algunas medidas para adaptarse mejor al cambio, modificando progresivamente los horarios en los días anteriores, para que no sea tan radical.
No obstante, el establecimiento del momento del día para iniciar el cambio estacional, estuvo regido por elegir el mejor momento para hacerlo. El fin de semana, en la madrugada de sábado a domingo, a las 2 horas, es posiblemente la mejor opción, para afectar lo menos posible a personas y actividades.
Con el cambio horario, ocurren situaciones curiosas, como que, en primavera, no se producen nacimientos en el intervalo entre las 2 a.m. y las 3 a.m. Un gemelo que nazca el último domingo de octubre, a las 2:55, será legalmente menor que su hermano que nazca diez minutos después, ya que con el cambio de hora, éste habrá nacido a las 2:05.
En EEUU, se dio el caso de un ciudadano, cuya hora de nacimiento, fue justamente después de las 12 a. m., en fecha del cambio de hora y le correspondía hacer el servicio militar obligatorio, en la guerra de Vietnam. Utilizando su hora de nacimiento, pudo eludirlo haciendo uso de una laguna legal por el horario de verano.
Cuando en 1999, terroristas de Cisjordania pretendieron hacer un atentado en Israel, no tuvieron en cuenta que tenían horarios diferentes, por el cambio de hora. En la programación de los relojes esta falta de conocimiento, hizo que los explosivos estallaran una hora antes, matando a tres terroristas que los manipulaban.
Hay estudios, que detectan una reducción de atracos y delitos violentos, durante los periodos de horario de verano. Es posible, que la permanencia de más horas de luz, arrincone las malsanas conductas que la oscuridad puede fomentar.
El cambio de hora se refleja, automáticamente, en la actualidad, en los aparatos electrónicos, pero donde primeramente se instauró, fue en 1995, en el sistema operativo Windows 95.
Finalizo anecdóticamente, constatando que, a causa de los dos horarios que utilizaban los bandos en combate en nuestra Guerra Civil, se dio la circunstancia histórica, que la misma acabó, evidentemente, una hora antes, en el bando republicano.