Era noviembre cuando la tempestad todavía no había calado la sede del PP. Fue cuando el alcalde se paseó por Ceuta con el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, para, básicamente, contarnos dos cosas: lo mucho que nos quiere Galicia y el respaldo que se iba a dar a Ceuta mediante encuentros con empresarios gallegos o promoción de incentivos fiscales. Una cosa extraña, una promesa de esas que marcan las cumbres que se sacan de la manga para tener algo que contar al personal y llenar la agenda de los medios de comunicación. Eso de que después se cumplan ya es otro cantar.
Ahora que Feijóo es aupado por diversos frentes del PP, entre ellos el oportunista de Ceuta que presta su apoyo según el sol que más calienta, gusta recordar qué pasó con todo aquello. Casi 4 meses después nada sabemos de grupos de trabajo -la mejor de las excusas para pasar página-, de posibles encuentros ni de visitas de empresarios que iban a abrir los ojos al mercado local para saber cómo y en qué invertir.
Se dijo todo aquello de emprender acciones conjuntas, también de convertir a Ceuta en un lugar logístico clave y de emprender encuentros. Casi 4 meses después ha corrido más Marruecos abriendo la gran zona comercial de Castillejos que los artífices de esta nueva forma de salvar a Ceuta.
Para prometer y vender humo somos los primeros, igual de rápidos que para reclamar más dinero estatal para luego distribuirlo de una manera un tanto especial. Somos así.
El PP empeña todas sus fuerzas en salir del último mazazo que, por otra parte, nadie entiende. Del espionaje -algo que siempre ha encantado al PP- se pasa a olvidar la sospechosa suerte que tienen algunos hermanos, simplemente logrando que alguien nos caiga bien. Es como si valoráramos lo que se debe o no permitir a golpe de impacto o de gusto. Interesante manera de razonar y reaccionar de una sociedad capaz de tragar con todo como si nada.
Ya que desde Ainara han olvidado a su chico preferido Casado y ahora tuercen hacia Feijóo, habrá que recordarles qué hay del rescate gallego, del desembarco y de todas las bonanzas de las que íbamos a disfrutar y que, meses después, se han convertido en un mero espejismo del que disfrutar en la hemeroteca.