Paseaba por el mundo del sufrimiento; me veía cada vez más debilitado. Lo único que me levantaba la moral eran mis familiares, pero cada día me costaba más estar en esos interminables minutos conectado a una máquina para depurar mi sangre, pero era mi única manera de subsistir. Las llamadas para un futuro trasplante habían sido unas pocas; llevarme hacia el lugar donde tendría que operarme también y venir con mi pesar en mi corazón muchos más.
Pero esa era mi pesada y delicada vida. Buscar ese resquicio de suerte y llegó; no me lo creía.
Fueron unas pocas horas de quirófano. Yo, la verdad, no me enteré. Pero los míos me lo han confesado. ¡Tela de rezos!.
Y es que uno quiere y nunca sabe lo que se podrá encontrar dentro de esos ratitos. Solo quedaba ver si la medicación era buena para evitar los rechazos, además tenía el añadido de estar inmerso en esta pandemia.
Me podían llamar; yo podía, también. Pero no podía tener el calor de los míos. Incluso esos alientos de mis amigos y compañeros me vinieron muy bien.
Mi soledad quedaba un poco truncada por esos textos de wasap que me venían. Eran muchos y se agradecían, pero necesitaba salir de este aislamiento.
Una promesa me estaba rondando. Tenía que comprar un almanaque. Era la evidencia sublime de que podría salir de este lugar y además podría tener una vida normal. Solo, de momento, con unas pastillas. Pero no me tenía que sacrificar en pinchazos en mi barriga. No tendría que buscar un nuevo lugar para colocarme una aguja, esa de la cual dependía mi vida.
Ya por fin estaba un poco más tranquilo. Solo falta, ahora, que me cicatricen mis heridas de guerra, esas que mantuve contra mis enfermedades. El azúcar y mis riñones.
Y por fin llegó el día de la compra de ese objeto que solo vale seis euros. Pero que significaba que ya estaba en una vida normal. Esa que añoraba desde hacía muchos años.
La entrega fue en una gasolinera;estaba echándole aire al vehículo, que después de los meses que pasé en el hospital le hacía falta un poco de mantenimiento, como me ha pasado a mí. Gracias Dios mío por darme esta segunda oportunidad.
Grata confesión. Y un gracias por Acefep y por seguir con nosotros.