En aquellos cien días de la campaña de Ifni-Sáhara todas las fuerzas actuantes tuvieron un comportamiento ejemplar, pero quizás unos tuvieron más notoriedad en los medios de comunicación que otros, pero estimo que es de justicia destacar a la Armada española, que con los escasos medios que contaban, fueron los que hicieron posible junto con la Aviación, el que las fuerzas del Ejército de Tierra pudieran cumplir las misiones encomendadas, y está totalmente claro que sin la Armada y el Ejército del Aire, en modo alguno las misiones encomendadas se hubiesen podido desarrollar, y además se realizaron con notable éxito.
Operación Cabeza de Playa de Aaiún
Según el periodista fallecido Ramiro Santamaria, éste narra en su libro La Guerra Ignorada, cómo se desarrolló esta operación: “una vez puestas en firme las posiciones y desalojado el enemigo, y ante el temor de que las bandas armadas repitiesen los ataques, el Estado Mayor designó Aaiún como cuartel general y punto inicial de la ofensiva a realizar. Pero para poder llevar a cabo este plan había que desarrollar antes el plan logístico, y para ello no había otro punto, que la cabeza de playa de Aaiún”. Pero ¿cómo iban a llegar los hombres, material, municiones, etc.? Pues tenía que ser y así fue, a través de la siempre eficaz Armada española, con buques y barcazas. Pero inconvenientes se encontraban muchos más que posibles soluciones. Para ello hay que tener en cuenta que la playa de Aaiún tiene una milla y media al norte del Medano del Río, lo que podía dar ventaja al enemigo para refugiarse fácilmente. La única defensa en dicha playa era una farola, un derruido almacén y dos casitas pequeñas. Aquí sería donde iban a trabajar sin descanso los hombres de la Armada, así como la Infantería de Marina. Para garantizar estas misiones tuvieron que cerrar un semicírculo de alambrada doble, y apuntalar y reforzar los edificios con sacos terreros. Todo esto a contrarreloj, lo mismo en horas de día que de noche.
Esta operación de desembarco comenzó con 18 lanchas pequeñas de desembarco tipo ‘LCM’ y cuya protección estaba totalmente asegurada con los minadores “Vulcano” y “Neptuno”, además de dos destructores que protegían el desembarco. También se encontraba, siempre y cuando las necesidades lo aconsejaban, muy cerca y atento el buque insignia tan recordado, el crucero “Canarias”, con una labor que resultaba un tanto complicada, porque las lanchas no eran las más adecuadas para estas misiones. Afortunadamente transportaron hasta la playa todo el material móvil, el personal y su impedimenta.
Para cooperar con el Ejército de Tierra, la Armada organizó un grupo operativo, compuesto de comandos de desembarco de Marinería de varias unidades, integradas por un oficial, un suboficial, tres cabos 1º y ocho cabos o marineros distinguidos armados con 10 subfusiles, un fusil ametrallador, tres mosquetones y 42 granadas de mano, así como material de transmisiones y equipos de destrucción. El desembarco se realizaba a ritmo acelerado, pero cuando las circunstancias del tiempo y el mar lo permitía, y hay que destacar que tan solo se suspendía al anochecer, pero por motivos de seguridad. Fueron muchas horas y días en que nuestros marinos derrocharon mucho esfuerzo sobrehumano, apoyados por sus compañeros de la Legión, donde por sus manos pasaban entre otras mercancías bidones de 200 litros de gasolina, empaques de artillería, alambradas y todo ello con agua hasta la cintura, en unas condiciones poco aptas para esas tareas.
Muerto gloriosamente en acto de servicio
La Armada española cuenta entre sus muchos héroes con apellidos que son toda una aureola del espíritu de sacrificio, del heroísmo y de la entrega y el amor a España. Apellidos como Cervera, Topete, Méndez Núñez, Barcaiztegui, Núñez, Carrero, Abarzuza y tantos otros que se precisarían cientos de folios para citarlos. Algunos concretos, como el apellido Lazaga, de aquel capitán de navío que se distinguió en el combate naval de La Habana, Juan Bautista Lazaga y Garay. De él escribió esto el comandante del buque “Iowa”, el almirante Evans: “el comandante Lazaga murió cuando la dotación abandonaba el buque, posiblemente de las heridas de esta acción. Se porto con magnífico valor en todo momento”. Esto tiene doble valor cuando quien lo dice era el enemigo.
Para las misiones de desembarco la Armada tenía dos lanchas ‘BDK’, la nº 1 y la nº 2, que comúnmente se les llamaba ‘K-1’ y ‘K-2’. Estas lanchas el Gobierno español tuvo que adquirirlas por la vía de urgencia, en un desguace del norte de Francia, donde dormían plácidamente después del desembarco aliado de Normandía. Aunque no era el material más idóneo, servían para transportar los 20 hombres de dotación y las dos toneladas de material. En una de estas operaciones, realizando la maniobra de desembarco quedó enganchado el cable de remolque, el cual al saltar golpeó en la cabeza al 2º comandante del remolcador de altura ‘RA-1’, ocasionándole la muerte a este heroico marino casi en el acto, al alférez de navío César Rodríguez Lazaga, un héroe más en la larga lista de caídos en el cumplimiento del deber en las filas de la gloriosa Armada española. Caídos que no se les olvida cuando son recordados en ese bello himno de ‘La muerte no es el final’.
Finalizadas las operaciones de la Campaña de Ifni-Sáhara el entonces ministro de Marina, el almirante Abarzuza a bordo del Canarias, les expresaba su felicitación por el comportamiento, disciplina y espíritu de servicio, resaltando que era de justicia el reconocimiento a unos hombres que lucharon diariamente contra unas costas bravías, las pleamares y bajamares, las corrientes, las olas agigantadas y el implacable siroco, y aun así logrando que los avituallamientos y la debida protección de cobertura no faltasen un solo instante. Como anécdota hay que señalar que la barcaza ‘K-1’, al iniciarse la operación de Playa de Aaiún, sufrió una avería en el timón de ‘Br.’ que lo inutilizó, y tuvo que continuar todo el desembarco mermado en sus condiciones maniobreras. Sin embargo, ello no fue obstáculo para desarrollar sin descanso sus desembarcos de material pesado en una playa como la de Aaiún, que su zona de trabajo era más bien escasa y exigía una derrota indeterminada a esta embarcación.
Este esfuerzo y sacrificio de la Armada, así lo reconocía un diario aragonés: “la contribución de la Marina al brillante éxito en las operaciones ha sido el éxito en las operaciones del Sáhara Español”, El Noticiero, Zaragoza, 2 de febrero de 1958).