Hasta aquella tarde del 27 de abril, tumbado en el Atlantis Azores, escuchando Us a Them de Pink Floyd y el sol rojizo sobre el horizonte, no fui consciente de las incomodidades para llegar a este lugar donde apenas hay tráfico marítimo y sólo afloran del agua dos pequeños islotes, uno con un faro, el otro lleno de aves marina, y una cabaña de vigilantes.
Además hasta el último momento estuvimos indecisos por el reciente terremoto de Japón con los efectos tan devastadores sobre su costa oriental y en la central nuclear de Fukhusima. Filipinas, Indonesia y las islas niponas están asentadas sobre una zona muy inestable geológicamente.
A Tubbataha, en pleno mar de Sulu, llegamos desde Puerto Princesa, casi en la mitad de la costa oriental de Palawan, tras una noche de movida navegación. Es parque natural de Filipinas desde 1988 y declarado patrimonio de la humanidad en 1993, aunque parece que todo empezó gracias a la iniciativa conservacionista de Ernesto Santa Cruz, un buceador local. Sólo se puede visitar de marzo a junio por las malas condiciones del mar el resto de los meses, por los monzones. Su nombre significa en la lengua samal “Arrecife expuesto en la marea baja” y en verdad allí apenas se ve tierra, casi todo es agua, pero la realidad es que hay dos atolones sumergidos, el más grande al norte, el más pequeño al sur, ambos separados por un estrecho profundo. En total tiene unos 100 KmÇ casi sin presencia humana, pero donde viven 396 especies de corales, 479 de peces, 9 de mamíferos marinos y 7 de aves. Tubbataha está gestionado por el departamento de recursos naturales y medio ambiente (DENR) filipino y pertenece a la jurisdicción de Cagayancillo.
Aquí se bucea en plan duro, 5 inmersiones diarias, generalmente con nitrox y lo hacemos sobre lo que sería la parte alta del cráter de los antiguos volcanes sumergidos, ahora cubiertos por corales, esponjas y algas luchando entre sí por un trozo de espacio. La imagen se completa por la gran variedad de peces moviéndose por este laberinto, intentando mantener sus genes y comer sin ser comidos. En total hemos visitados 16 puntos diferentes, unas 30 inmersiones de aproximadamente una hora cada una.
Las aguas en general han sido muy claras, la temperatura idónea, las corriente soportables y las panorámicas de corales y esponjas barriles magníficas. Esta aparente quietud se trastorna cuando los carángidos se ponen al ataque, el arrecife tiembla, las presas salen despavoridas, huyendo de la masacre, a la que se unen los tiburones coralinos de puntas blancas buscando las piezas en los escondrijos, metiendo las cabezas, moviendo el cuerpo compulsivamente, incluso rotándolo. Si con los carángidos cunde el pánico, es terror lo que se respira cuando aparece la figura impresionante de un atún. Sin embargo, las mantas gigantes van por piezas más pequeñas dando vueltas, abriendo su boca para engullir gran cantidad de pequeños crustáceos. Un tiburón ballena con hábitos alimenticios parecidos, al ver tanta burbuja optó por coger fondo y solo le vimos las manchas de la piel. Por las paredes los tiburones grises van de un lado a otro, pero son muy esquivos.
Dos experiencias voy a guardar en el recuerdo; una de ellas en Lighthouse, me fui acercando a un cardumen de carángidos que daban vueltas lentamente, formando una gran bola, logré introducirme entre ellos, me pasaban por todos lados, casi los podía tocar. La otra fue en Amos Rock cuando sobre una pared tapizada de corales blandos una tortuga verde reposaba sobre el fondo, Manolo Torroba se acercó a ella lo justo para unas fotos sin molestar al animal. Es increíble las apneas tan prolongadas que puede hacer este reptil.
En estos viajes, que no tienen nada de cómodos, se conoce a gente interesante, con parecidas inquietudes sobre la naturaleza, en esta ocasión hemos compartido experiencias con Felipe Barrio, un magnífico fotógrafo submarino y con Javier Romero, gaditano, experto en video que nos enseñó unas imágenes espectaculares. Manolo, no se ha quedado atrás, pues ha logrado filmar, en una inmersión nocturna, a una morena cara manchada cazando un pequeño mero cola bandera, se ve como mete la cabeza en un escondrijo, muerde a la presa, tira de ella, haciéndose nudos sobre su propio cuerpo, y una vez fuera lo pone en línea con su cuerpo, tragándosela, luego sigue su recorrido como si no hubiera ocurrido nada, naturaleza en estado puro. Estas imágenes se pueden ver en YouTube http://www.youtube.com/watch?v=WWJavE68eV8. Qué diferente a esta situación es la de este depredador asomando la cabeza en su cueva permitiendo que los limpiadores se introduzcan en su boca para retirar parásitos y tejidos muertos, sin infringirle un severo castigo, la naturaleza tiene estas contradicciones.
Sobre las superficies coralinas hay pequeños detalles que no vemos con facilidad, sobre todo cuando llevas tiempo sin bucear. La localización de los caballitos pigmeos, crías de blenios, halcones, cangrejitos y cefalópodos puede ser dificultosa. En esta ocasión he logrado fotografiar un pez halcón ojo de arco, de una gama de colores muy suaves y esa pareja de peces dardos, moviendo espasmódicamente su larga espina dorsal, que a la menor señal de peligro se introducen en un agujero bajo la arena.
Tubbataha es otro punto de buceo del Indo-Pacífico, con cierto parecido a Indonesia, donde si tenemos suerte y buen tiempo podemos ver una fauna muy variada e interesante, incluyendo tiburones martillos, tigres, delfines y ballenas.
Tras los días de navegación viajamos a Manila donde visitamos la fortaleza intramuros, construida por los españoles después de la llegada de Legazpi y Urdaneta. La Segunda Guerra Mundial, la dejadez y quizá la falta de recursos la mantienen en un estado penoso. Más interesante me pareció La Casa de Manila donde se expone el mobiliario y utensilios habituales de la época del colonialismo español.
El último salto antes de llegar a España fue hacia Dubai, país totalmente enfrentado a la naturaleza, allí en medio del desierto se puede encontrar una pista de esquí, la urbanización de lujo con forma de palmera tendida sobre el agua y el Burj Khalifa, el edificio más alto del mundo. Desde los últimos pisos se tiene una panorámica de todo lo urbanizado gracias al petróleo, pero a lo lejos la arena espera su oportunidad para vengarse.
Reportaje gráfico de J.A. Bravo Soto y Manolo Torroba Curbero
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