La balsa playera fue detectada en la bahía sur, tan sólo horas después de que el mismo Servicio Marítimo hubiera intervenido otra embarcación de tres metros ocupada por cuatro marroquíes en el mismo lugar. En este caso se procedió a la expulsión de los sin papeles al vecino país, labor que no se puede llevar a cabo con los de origen subsahariano. Al igual que en las otras cinco balsas interceptadas esta semana, todos sus ocupantes eran varones de origen francófono, procedentes de puntos como Gabón o Costa de Marfil. Proceden del que llaman ‘gran bosque’, situado en Beliones, desde donde caminan, de madrugada, hacia el ‘pequeño bosque’, en Castillejos, para preparar la salida hacia Ceuta.
Ya en el puerto deportivo los agentes del Servicio Marítimo repitieron las mismas labores que se están convirtiendo en rutinarias: dispensa de ropa, filiación y reparto de agua. Se presenta un verano caliente, algo que ratifica el saldo de entradas que se ha producido en esta semana y que ronda los 40 inmigrantes. Los agentes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional se encogen de hombros ante una situación que les supera y a la que ellos no pueden poner remedio. “La solución está arriba”, apunta un agente de la Nacional. El furgón que este Cuerpo emplea tradicionalmente para las expulsiones sirve en esta ocasión para la recogida de los siete subsaharianos, que son trasladados pasadas las dos de la tarde a la Jefatura Superior para organizar, desde allí, el traslado al CETI. Un centro que a duras penas busca espacios para acoger a los nuevos internos. Son más de 560 y los módulos están adaptándose a la inclusión de más inmigrantes. En lo que va de mes 123 inmigrantes adultos han ingresado en el campamento, y media docena lo ha hecho en centros de menores. ¿Salidas? Oficialmente ninguna. Están bloqueadas. Sí, en cambio, se ha organizado el traslado a CIEs de la península de 24 subsaharianos procedentes de Camerún y Gambia que fueron identificados por las comisiones diplomáticas que este mes visitaron el centro del Jaral. ¿Y las otras salidas? Del CETI han desaparecido 22 subsaharianos. Algunos, según la Policía, pueden estar durmiendo en los entornos del puerto o de la planta de transferencia esperando ocultarse en un camión. Otros ya lo habrán conseguido, al igual que el pasado año lo hicieron más de dos centenares de acogidos.
La galería San Jorge acoge en su nicho número 300 el cuerpo del último inmigrante hallado muerto esta semana en las cercanías de Benzú. Ayer se le dio sepultura, sin que se haya podido conocer su identidad. Otro sin papeles más -y ya superan los 80- que recibe el último adiós en el cementerio de Santa Catalina después de una travesía fallida. El vicario Francisco Correro Tocón aludía a lo “injusto” e “innecesario” de su muerte, en el breve responso ofrecido en la mañana de ayer. Recordaba el último de los entierros, hace tan sólo dos semanas, esperando “que no tengamos que volvernos a ver”. Correro tuvo recuerdos para esa familia que desde algún lugar del África subsahariana estará “esperando su llamada” y pidió más amor en una jornada en la que se celebraba la festividad del Corazón de Jesús.
Los inmigrantes fueron atendidos en el puerto deportivo por los agentes del Servicio Marítimo que les hicieron entrega de bolsas con material de Cruz Roja (arriba) y les tomaron las filiaciones (debajo). Después poco a poco fueron introduciéndose en el vehículo de la Policía Nacional para su posterior traslado al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes, en donde les esperan los compatriotas que les han precedido.
Las comunicaciones entre los inmigrantes que se encuentran en el CETI y los que se esconden en los montes de Marruecos son claras. Y lo son a tenor de conversaciones que mantienen entre los recién llegados y quienes ya llevan un tiempo en el campamento. “¿Dónde están los camiones?”, preguntan unos a otros. Saben que hay posibilidad de escape por esta vía y contra eso es complicado luchar. El pasado año las escapadas en estos vehículos duplicaron a las salidas oficiales que organiza el CETI. A pesar de los fallecimientos registrados, son muchos los que han conseguido el trayecto con éxito y son ellos los que luego se encargan de llamar a sus compatriotas para informarles con pelos y señales del lugar en el que se encuentran. Los acosos en el puerto, de los que se han publicado decenas de reportajes, se completan con los que siguen produciéndose en el entorno de la planta del Hacho. Los inmigrantes esperan pacientemente el paso de los camiones y, si no han conseguido el traslado, terminan regresando de noche al campamento. El viaje en camión es el auténtico efecto llamada contra el que resulta bastante complicado lidiar.