El pasado martes, España entera quedó paralizada en un período comprendido entre las seis de la tarde y las nueve de la noche. Había en juego un partido de fútbol. No uno más. Era de nuestra selección Española, aunque todos teníamos en la retina los malos momentos que tuvimos que soportar en la primera fase, la de grupos, donde el balón se resistía en entrar en las porterías contrarias.
Recordemos: un empate a cero con Suecia y un empate a uno contra Polonia. Nos levantó un poco la moral ese gran match contra Eslovenia, donde pudimos marcar cinco goles. Pasamos como segundos de grupo, pero había en todos nuestros corazones muchas dudas, muy especialmente con nuestro nueve, Morata, aunque su lucha en el terreno era indiscutible. Todas las recuperaciones, todo lo que hizo para intentar que su equipo, también el nuestro, tuviera la posesión del esférico, que es nuestro santo y seña, desde los tiempos donde el Sabio de Hortaleza impuso el modelo de juego del Barcelona, importado por la naranja mecánica, donde todos jugaban al fútbol, incluido el portero, que todos los pases debían de ser medidos, la amplitud del campo se debía de tener muy en cuenta y el desgaste del rival era fundamental para ser sometido durante los larguísimos periodos de no tener el balón.
El porcentaje de tenencia era muy superior. Y la dicha dice que quién tiene el cuerpo y el campo del adversario tiene más probabilidad de meter un go: la mejor defensa es un buen ataque.
Pero tener el balón es manejar el partido y el temple, las ideas y la forma de estar en un terreno de juego es lo que diferencia un equipo competitivo de otro. Faltaba la profundidad, el acabar las jugadas con un chu;faltaba ese killer para empujarla o para tirar desde fuera del área que es otra opción.
Nadie daba un duro por ese entrenador: un Luis Enrique que puso las dudas al no permitir que ningún madridista estuviera en el combinado nacional. Muchas ampollas se levantaron, pero las ideas estaban muy claras. Aunque los otros seleccionadores, como de costumbre, no dieran con la explicación que no estuvieran en la lista esos renombres que todos tenemos en mente: Sergio Ramos, Nacho, etc. El primero por su lesión y la falta de partidos competitivos y el segundo, ya era una fuerte incógnita.
Pero vino otro partido, ese donde los pupilos del gran maestro del fútbol y bota de oro hace pocas fechas, Madrid, lo teníamos en frente. Un súper equipo que tiene su leyenda y sus grandes jugadores contrastados. España salió a lo suy y dominó gran parte del tiempo, pero en adelantarse fue Croacia. Con un desafortunado mal control de nuestro portero, un gol que nos puso contra las cuerdas. Pero en el banquillo solo se escuchaba: tranquilos, tranquilos.
En esos momentos solo su entrenador confiaba en un equipo joven pero combativo. Antes de finalizar, la primera parte vino el empate: era el premio a la constancia. Se hizo justicia por primera vez. Luego en la segunda parte se completó el milagro con dos rabiosos goles que ponía el marcador pensando en la siguiente ronda con un claro tres a uno. Pero faltó una cosa: seguir el encuentro y matar el partido a través de las triquiñuelas clásicas. Pérdidas de tiempo, los cambios, buscar las cuatro esquinas y sobre todo tener el balón. Pero no pudo ser. Y dejamos que nos empataran.
Un nuevo calvario que nos vino encima. Pero esta vez fuimos consecuentes y con dos grandes goles. Nos quedaremos con el primero de Morata. Que supo tener la sangre fría y dar un respiro a las críticas de muchos energúmenos, que incluso han amenazado a nuestro nueve referencia, luchador y que debemos de mimar por el gran desgaste que hace por los colores de nuestra querida España. Nos dio una alegría, ya venía siendo hora y nos dijo que así ganaba España, con garra. Eran esos felinos de antaño. Al poco tiempo un buen pase hizo el definitivo cinco a tres que fue la guinda de un pastel bien diseñado, luchado, sudado por nuestros jugadores. Un gran premio tenéis de todos nosotros, un gran aplauso y una gran admiración. Todos pensábamos que la siguiente eliminatoria sería contra la gran fiera que es Francia, pero a ningún rival hay que menospreciar. Y Suiza ganó la eliminatoria en los penaltis. Ahora estamos un poco más tranquilos y seguros de nuestra selección. Pero ojo que si han podido con todas las galaxias de universo francés, nosotros debemos de ir con cuidado. Pero atentos que ya hemos despertado. Y seguro que querremos más. Para eso somos españoles.