Afinales de 2018 asistía a la presentación de un libro de la editorial Universidad de Granada titulado “Para evitar la barbarie. Trayectorias de transición ecosocial y de colapso”, en el histórico entorno de la Corrala de Santiago. Recuerdo que salí de allí con un sentimiento agridulce de impotencia ante el inevitable desastre climático que se anunciaba. Presté especial atención a uno de los estudios incluidos en el mismo, “Rearticular la economía desde los territorios: Hacia un economía de los vínculos par el cuidado de la vida”, de María Soler y Manuel Delgado. Nos hablaban de la “economía sustantiva”, de Karl Polanyi, como todo proceso social orientado a atender necesidades humanas dentro de los límites biofísicos, como algo opuesto a la economía de los negocios, heredera de la crematística aristotélica, como responsable de los procesos de desterritorialización que rompen los frágiles equilibrios socioecológicos en el mundo local. Esta era su alternativa para evitar la barbarie, pues apuntaba trayectorias de transición ecosocial desde el hacer artesanal biomimético, generando vínculos para el cuidado de la vida (pronto el Parque de las Ciencias de Granada inaugurará una exposición sobre la biomímesis que promete ser muy interesante). Sobre algunas de las alternativas que daban, volveré mas adelante.
Siempre he sostenido que la solución al desastre climático que se nos avecina necesitaba el consenso y la actuación conjunta de todos los agentes y partes interesadas en evitarlo. Además de nuestra contribución individual, es necesario una potente acción coordinada de los gobiernos, los organismos internacionales, las empresas, las universidades, los centros de investigación. Sin esta acción coordinada y a gran escala, es imposible parar el cambio climático. En el interesante libro del multimillonario y filántropo Bil Gates, “Cómo evitar un desastre climático” se habla desde esta perspectiva. En el mismo se dan una serie de datos y alternativas que merecen ser tenidas en cuenta a la hora de abordar el problema. Evidentemente, las soluciones están pensadas por un hombre del sistema económico vigente, que no se plantea para nada cambiar el mismo, aunque sí humanizarlo, y utilizar todo su potencial innovador, para así evitar su desaparición. Es decir, hablaríamos de soluciones posibles y ambiciosas, pero dentro del sistema económico capitalista, aparentemente opuestas a las que proponen los partidarios de la denominada “economía sustantiva”, a la que hacíamos mención anteriormente.
El primer dato que nos da el libro de Gates, es la cifra de 51.000 millones. Cincuenta y un mil millones de toneladas de gases causantes del efecto invernadero es la información más reciente de la que se dispone de lo que el mundo aporta cada año a la atmósfera. El descenso mundial de emisiones durante 2020 a consecuencia de la ralentización económica provocada por el COVID 19 se estima en torno al 5% de esta cantidad. El objetivo al que se debe aspirar para prevenir el calentamiento y evitar los peores efectos del cambio climático será llegar a cero emisiones. La razón científica es clara. Los gases de efecto invernadero atrapan el calor. Y una vez que se liberan en la atmósfera, permanecen allí mucho tiempo. De hecho, cerca de la quinta parte del dióxido de carbono emitido hoy persistirá dentro de diez mil años. De no reducir las emisiones, probablemente se producirá un calentamiento de entre un grado y medio y tres grados en torno a 2050, y de entre cuatro y ocho grados a finales de siglo. Y esto ocasionará graves problemas a la humanidad. Tormentas en cadena, amenazas de sequía, incendios forestales, ascenso de los niveles de mar y desaparición o inundación de grandes zonas costeras, con mayor influencia en los países pobres. También habrá una reducción de especies animales y de pantas, lo cual influiría en la cantidad de alimentos disponibles. De ahí el objetivo de cero emisiones para 2050.
Pero, lo anterior no será fácil. Nos explica con claridad que los combustibles fósiles son como el agua. Su presencia está tan generalizada que será muy difícil desprendernos de ellos. Pero, además, nos muestra un gráfico del Banco Mundial que el que se ve una correlación estadística clara entre el consumo de energía per cápita y la renta per cápita en el mundo. Es decir, para combatir la pobreza en el mundo se debe seguir produciendo electricidad y, a su vez , reducir las emisiones para llegar al objetivo de cero en un tiempo prudente. Y también tenemos que seguir produciendo alimentos, acero, cemento, ropa. Tendremos que seguir viajando, calentándonos, cocinando.
Traduciendo lo anterior a porcentaje de emisiones, nos presenta las cinco operaciones básicas en las que se desarrollan las principales actividades económicas. Fabricar (cemento, acero y plástico), supone el 31% del total de emisiones. Consumir energía eléctrica, el 27%. Cultivar plantas o criar animales, el 19%. Desplazarnos en vehículos, aviones, camiones o cargueros, el 16%. Calentarnos o refrigerarnos, el 7%. Pero, ¿cómo llegar a emisiones cero en dichas actividades?.
En las actividades de fabricación, considera que se deberán electrificar todos los procesos; obtener esa electricidad de una red descarbonizada; y también hacer un uso más eficiente de los materiales o absorber las emisiones restantes mediante la captura de carbono. Todo lo anterior requerirá una innovación considerable.
Respecto a la electricidad, se tendrán que utilizar distintos medios. Uno de ellos puede ser la fisión nuclear (obtener energía rompiendo átomos), que rechaza gran parte de la población a consecuencia de sus problemas de seguridad y almacenamiento de residuos. La fisión nuclear (obtener energía fusionando átomos), que aun tardará una década en desarrollarse totalmente. La eólica marina, con muchas ventajas, pero que representaba solo el 0,4% a nivel mundial en 2019. La energía solar, aún en desarrollo. La geotérmica, que es obtener calor de las profundidades, pero que sigue teniendo grandes inconvenientes. Y respecto al almacenamiento de energía, las baterías existentes en la actualidad es difícil que puedan ser mejorables mucho más. Existen otras alternativas, como la hidroeléctrica reversible, el almacenamiento térmico, el hidrógeno barato o la captura de carbono, cuyo estado de desarrollo vienen muy bien descritas en el libro.
En el transporte, responsable del 16% de emisiones, un 47% se genera con el uso de vehículos particulares. Utilizar más el vehículo eléctrico o el consumo de biocombustibles se presentan como alternativas, aunque necesitan un mayor desarrollo. Pero también podría reducirse su consumo a favor del transporte público y del uso de la bicicleta.
Cultivar y criar animales representa un importante problema, pues se prevé un 40% más de población en 2100 y la necesidad de producir un 70% más de alimentos. Nuevas innovaciones para fertilizar plantas, criar ganado, desperdiciar menos y cambiar los hábitos de consumo, comiendo menos carne, por ejemplo, serían las alternativas. Respecto a la actividad de calentarnos y refrigerarnos, necesitaremos la electrificación y la utilización de la energía de manera más eficiente.
Frente a todo ello, el libro de Gates nos propone adaptarnos a un mundo más caluroso, pero teniendo en cuenta lo ocurrido con la pandemia del COVID 19. Para ello, entiende que la colaboración entre gobiernos, investigadores y empresas farmacéuticas, que nos ha proporcionado vacunas en tiempo record, es el camino también para lograr la meta de cero emisiones y, a la vez, ayudar a los más necesitados a alcanzarlo de forma justa y sin que renuncien a parte de las ventajas de las que disfruta la parte más desarrollada de la humanidad. Para ello considera imprescindible que se comprenda que los países privilegiados tendrán que salir perjudicados en la transición y que una parte de su economía se verá perjudicada, para lo que será necesario poner en marcha planes de transición. Lo esencial será centrarnos en las tecnologías, las políticas y las estructuras de mercado para conseguir ese objetivo.
Y aquí vendría el enlace con o que se decía en el libro referido al principio del artículo. La pandemia del COVID nos ha mostrado también el camino que nos lleva a la recuperación de la vida en los pequeños municipios, desde el momento en que se han desarrollado más las comunicaciones y se ha vislumbrado la posibilidad de realizar muchos de nuestros actuales trabajos de forma no presencial. Quizás esto haya proporcionado una nueva oportunidad para desarrollar una economía sustantiva más cercada a los territorios. Si esto se combina adecuadamente con una actuación coordinada a nivel internacional de los gobiernos, los organismos internacionales, las empresas, las universidades, los centros de investigación y los ciudadanos, como explicábamos anteriormente, podríamos hablar de una nueva idea de la rearticulación de la economía desde los territorios, perfectamente viable en la actualidad. Quizás estos son algunos de los caminos para evitar un desastre climático a escala planetaria.