Un mes sin ver a su hija. Es duro para cualquiera y más para la familia El Yassini Haidour, que vio cómo la adolescente entraba en Ceuta con más amigas alentada por una alocada sensación de falsa libertad y ahora no encuentra el día en el que puedan tenerla de vuelta al hogar. Los audios de Dina llorando, las fotografías que muestran sus piernas con picaduras, el miedo que anida en su interior por no estar en el hogar que siempre conoció torturan a Ikram y a su esposo El Houssin. Este último ha tenido que ingresar en el hospital al quedarse parcialmente sin visión, algo que los médicos asocian directamente con el pico de tensión que sufre al no tener a su hija.
La familia El Yassini Haidour es una de los al menos 7 casos de marroquíes que quieren que sus hijos les sean devueltos. En el suyo han entregado la documentación a las autoridades para verificar que son los padres de la menor, pero se les sigue negando el acercamiento a la frontera, que es la exigencia del Área de Menores para entregar a la niña que sigue acogida en Piniers. No pueden entregar a la adolescente a la Policía sin ver físicamente a los padres, ya que hacer lo contrario sería una ilegalidad. Y es ahí donde está la clave: Menores actúa como debe, Marruecos sigue en sus trece e impide a los padres llegar al espacio fronterizo. Y el resultado es una víctima, una menor desesperada que no para de llamar a su familia pidiendo ayuda mientras en el país vecino este matrimonio no sabe ya qué hacer, acudiendo todos los días hasta las cercanías del hotel Ibis como punto límite al que pueden acercarse.
Marruecos no da solución a las familias rotas por la decisión de Mohamed VI
Ikram rompe a llorar al otro lado del teléfono en la entrevista que mantiene con El Faro de Ceuta. Cuenta la desesperación en la que viven, las locuras en las que han llegado a pensar -incluso arrojarse al mar para entrar a nado en Ceuta y recuperar así a su hija-. Se topan con el muro burocrático y con la falta de ayuda mientras el discurso oficial de Marruecos no es otro que el de que están dando instrucciones para las reagrupaciones. El caso de esta familia es un ejemplo claro de la falsedad de un mensaje que no se hace realidad en la frontera de Ceuta, verificándose así lo que tiene de pura propaganda.
Ni siquiera los llantos de una madre y la desesperación de una hija, ambas separadas por la frontera y la injusticia de un país que promete pero no cumple, cambian una situación que se torna irreversible y que siendo dramática no consigue su desbloqueo.