Acabo de leer una carta pública que desconocía, firmada el 22-01-2019 por el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, intelectual de reconocido prestigio. Otros 2.500 intelectuales que se definían de “izquierdas”, ya publicaron un manifiesto, previamente al “1-O”, en defensa de la Constitución Española, denunciando graves abusos y burdas mentiras que contra España los separatistas vienen urdiendo y tramando desde hace casi cuatro siglos.
Nunca fui político, nada tengo contra Cataluña ni los catanes y no quisiera tener que escribir sobre separatismo. Pero, moralmente, no puedo permanecer indiferente ante las mentiras soberanistas, sus engaños y su testarudez en mantenerlos, que la están arruinando. Aprecio a los catalanes que se consideran españoles y siento gran admiración hacia los cientos de miles de emigrantes que tanto trabajaron coadyuvando al “milagro económico” catalán. Incluso nada tendría que reprochar a los independentistas si se separaran de forma legal, democrática, pacífica y pagándole antes a España los 80.000 millones que le deben.
Pero rechazo que a toda costa quieran separarse unilateralmente y por la fuerza. Nuestra Constitución, prohíbe terminantemente la secesión, (artículo 2), aunque prevé poder reformarla (artículos 166 y siguientes), acogiendo otras posibles alternativas, siempre que se aprueben con las mayorías cualificadas que se exigen y votando todos los españoles, porque la soberanía nacional reside en todo el pueblo español (artículo 1.2). Aunque a ellos nada de eso les vale. Quieren imponernos con su “minoría” de sólo 7.652.348 habitantes “su” independencia a toda una “mayoría” de 47.351.815 españoles. Llevan intentándolo casi 400 años, en cinco intentos fallidos (1641, 1873, 1931, 1934 y 2017).
En 2005, el exlehendakari vasco Ibatrretxe pretendió reformar la Constitución para que los vascos pudieran independizarse utilizando dicha reforma constitucional, sin que por ello delinquiera ni fuera detenido. El Legislativo votó su propuesta, rechazándola con 313 votos en contra, 29 a favor y 2 abstenciones. ¿Por qué los soberanistas catalanes no hacen lo mismo?. Ellos quieren tres cosas imposibles, porque la Constitución las prohíbe: referéndum vinculante, amnistía a “sus” presos e independencia ¿Es que ellos pertenecen a otra casta más distinguida?.
Son tozudos e inasequibles al desaliento; pero siempre haciendo trampas, saltándose la Constitución, la ley, la Justicia, votándose y contándose los votos ellos mismos y manifestándose violentamente (incendio de calles, destrucción de mobiliario urbano, barricadas violentas, cortes de carreteras, malversación del dinero público de todos los españoles), valiéndose de engaños, artimañas golpistas y graves desobediencias; desvirtuando toda la historia de Cataluña que presentan al revés y haciéndose pasar por pacíficos demócratas víctimas de opresión, robo o expolio que ellos mismos se inventan.
Todo eso no lo digo yo solo. Vean la carta de Vargas Llosa. Dice textualmente: “Señora doña Jennifer Clement, presidenta del PEN Internacional. Estimada Jenniefer: Por la presente, te envío mi renuncia irrevocable al PEN Internacional, del que he sido presidente de 1977 a 1980, y del que soy presidente emérito hasta el día de hoy. Mi renuncia tiene que ver con el comunicado lleno de mentiras y calumnias que acabas de difundir contra el régimen democrático de España, en relación con el intento de golpe de Estado de los independentistas catalanes del 6 y 7 de septiembre, y del 1-10-2017.
Es una vergüenza que una organización como el PEN Internacional, que tiene unas credenciales tan limpias en su lucha en defensa de los derechos humanos y de la libertad de expresión, haga suyas las patrañas del centro catalán del PEN, un órgano militante del independentismo de Cataluña, que viene llevando a cabo una campaña internacional de desfiguración de la verdad y que, a juzgar por tu comunicado, ha conseguido sorprender a numerosos centros del PEN, entre ellos algunos latinoamericanos, presentando a España como un país que atropella la libertad de expresión y encarcela a los escritores críticos y disidentes.
Todo eso es de una falsedad esencial, obra de quienes, en su afán sedicioso de independizar a Cataluña, no vacilan en mentir. El independentismo catalán goza de todos los derechos democráticos para expresar sus puntos de vista con el apoyo de periódicos, estaciones de radio y de televisión, que se difunden en todo el país con la más irrestricta libertad. Quienes están presos o fugados y que van a ser juzgados por el Tribunal Supremo, no lo están por lo que creen defender, sino por haber sido parte activa de un intento de golpe de Estado que, en contra de la Constitución y de las leyes que regulan la democracia española, pretendieron una arbitrariedad e inconsulta secesión.
Ningún país democrático hubiera podido aceptar semejante ruptura de una unidad territorial que tiene cinco siglos de fundada. Que el PEN Internacional abandone su tradicional neutralidad frente a las luchas políticas internas y en este caso dé su apoyo moral e institucional a un movimiento racista y supremacista como es el movimiento independentista catalán, constituye una traición a los estatutos del PEN Internacional y ningún escritor genuinamente democrático debería ampararlo. Te ruego hacer llegar mi carta de renuncia a todos los centros del PEN Internacional. Te saluda atentamente, Mario Vargas Llosa”.
En 1932, antes de aprobarse el primer Estatuto de Cataluña, Ortega y Gasset, declaró: “El problema catalán no se puede resolver, sólo se puede ‘conllevar’; es un problema perpetuo y lo seguirá siendo mientras España subsista”. El premio Nobel de Medicina, Ramón y Cajal, dijo: “Me deprime y entristece ver la ingratitud de los vascos que desean separarse de la patria común”. Miguel de Unamuno: “Soy doblemente español, por vasco y por español”, renegando de la imposición del catalán a todos los españoles. Todos criticaron abiertamente los desmanes separatistas y la manipulación que se hacía de la verdadera historia de España.
Manuel Azaña: “La cuestión ‘separatista’ enconó mucho la crisis de la Segunda República. El separatismo catalán fue por delante de los nacionalismos vasco y gallego”. Calificó de “abusos, rapacería, locuras y fracasos” el problema independentista, pese a haber sido el inspirador y defensor del primer Estatuto catalán en el Congreso de los Diputados entre 1931 y 1932. Se sintió “terriblemente traicionado y decepcionado cuando Lluis Companys, respondió proclamando unilateralmente el Estado catalán en octubre de 1934”.
Azaña nunca ocultó la difícil situación en la que se colocaba España con los separatismos. “Sé que es más difícil gobernarla ahora que hace cincuenta años – decía - y más difícil será dentro de algunos más. No es lo mismo dirigir un solo caballo que cuatro (España, Cataluña, País Vasco y Galicia). Esa frustración de Azaña, creció durante el levantamiento de 1936, cuando comprobó la deslealtad de los catalanes hacia los demás españoles, a pesar de la previa generosidad con ellos por el Gobierno republicano”.
La gota que colmó el vaso fue la queja del Consejero de la Generalidad Pi i Suñer, sobre la actuación de la República. Azaña le respondió en septiembre de 1937 con un furibundo ataque: “La Generalidad ha vivido en franca rebelión e insubordinación. Y si no ha tomado las armas para hacerle la guerra al Estado, será porque no las tiene, pero no por falta de ganas”. Acusaba a las Delegaciones de la Generalidad en el extranjero de crear una moneda y un ejército catalán. Y le advirtió: “Si al pueblo español se le coloca de nuevo en la encrucijada de tener que elegir entre una federación republicana y un régimen centralista, la inmensa mayoría optará por el segundo”.
Castelao, padre del nacionalismo gallego, antes del levantamiento de 1936, en un acto en el Teatro Rosalía de La Coruña, aseveró: “Nosotros no queremos separarnos del resto de España; no intentamos romper el vínculo de muchos siglos. Lo que queremos es crear una mancomunidad de intereses morales y materiales”. Y en 1937 escribía en “Sempre en Galiza”: “Quiero proclamar en letras de molde lo que dijimos muchas veces en mítines. Creemos que el separatismo es una idea anacrónica y solamente lo disculpamos como un movimiento de desesperación que jamás quisiéramos sentir. Defendió la tesis de que los galleguistas no intentaban tronzar la solidaridad de los pueblos españoles, reforzada por una convivencia de siglos, sino más bien posibilitar la reconstrucción de la gran unidad hispánica”.
Durante casi una década, Cataluña permaneció bajo control francés, hasta que la Guerra de los Treinta Años y el enfriamiento del choque hispano-francés permitieron a España recuperar su territorio catalán, aunque no completo
Francisco Quevedo, dijo: “Los separatistas catalanes, son los causantes de todos los males de España”. Antes de fallecer el 8-09-1645, insistía: “Son los catalanes aborto monstruo de la política. Libres con señor; por eso el conde de Barcelona no es dignidad, sino vocábulo y voz desnuda. Tienen príncipe como el cuerpo tiene alma para vivir y como éste alega contra la razón de su señor, apetitos y vicios, aquéllos contra la razón de su señor alegan privilegios y fueros. Dicen que tienen conde, como el que dice que tiene tantos años, teniéndole los años a él; el provecho que dan a sus reyes es el que da a los alquimistas su arte; promételes que harán del plomo oro, y con los gastos los obligan a que del oro hagan plomo”. Y añadió: “Mientras en Cataluña quede un solo catalán, y piedras en los campos desiertos, hemos de tener enemigos y guerras”.
En 1641, en su primer intento de independencia, los gobernantes catalanes separatistas, con tal de hacer daño a España, forzaron su alianza con Francia, entonces nuestra mayor enemiga, declarándose independientes de España con gran regocijo. El cardenal francés Richelieu no desperdició una oportunidad tan buena para debilitar a la corona española prometiendo principio apoyo y protección militar a los sublevados catalanes. Pero, cuando las tropas de Felipe IV dieron la vuelta a la situación y estalló otra revolución popular – esta vez en apoyo a la monarquía española – los separatistas catalanes sublevados se dieron cuenta de su gran error y la trampa en que tan torpemente cayeron.
De inmediato, el nuevo conde de Barcelona pasó a ser Luis XIII de Borbón, rememorando el antiguo vasallaje de los condados catalanes con el Imperio Carolingio. Este rey francés nombró para Cataluña un virrey también galo que llenó la Administración catalana de conocidos pro-franceses. De manera que el pulso catalán al Conde-duque de Olivares había desembocado en una guerra contra España, cuyos gastos catalanes y franceses terminaron financiando sólo los catalanes, que precisamente fue la razón por la que iniciaron ellos la revuelta antiespañola, por no querer facilitar a España su cuota de soldados y medios que debía aportar cada región para su defensa nacional.
Durante casi una década, Cataluña permaneció bajo control francés, hasta que la Guerra de los Treinta Años y el enfriamiento del choque hispano-francés permitieron a España recuperar su territorio catalán, aunque no completo. Conocedor del descontento de la población catalana por la ocupación francesa, un ejército dirigido por Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV, rindió Barcelona en 1651.
Ahí están también los actuales presos juzgados, condenados y encarcelados por el Tribunal Supremo, por haber cometido los delitos de sedición y otros; no por ser “presos políticos”, como ellos victimizan, sino por haber delinquido queriendo romper España a costa de la propia España. En el mismo juicio se jactaron, “pitorreándose” del Tribunal, con su provocador: “lo volveremos a hacer”. Y con eso nos vuelve ahora a amenazar el flamante gobierno separatistas, que lleva cinco años en total parálisis, en desgobierno y ruina de Cataluña, que todavía no ha quebrado gracias a España.
Son incapaces de gobernarse como región y quieren ser Estado por la fuerza. Entre ellos mismos se insultan, se ofenden, tirándose a degüello en la lucha por el poder. Al final, han acordado gobernar juntos Ezquerra del preso Junqueras con Junts per Cataluña del fugado Puigdemont, marcándose como ruta: Volver a declarar la independencia y amnistiar a sus presos del “Procès”, incluido el mismo Puigdemont, quien acaba de declarar sin avergonzarse que “Ceuta y Melilla son de Marruecos”. ¿Acaso pensará trasladar ahora su “napoleónico” cuartel general de Waterloo a Rabat, para administrar desde más cerca el 80 % del presupuesto que ha exigido gestionar por investir a Aragonés?. Mientras les dure, más los fondos europeos, no se independizan; después, al día siguiente volverán a “armarla”.
Felicidades al Arma de Ingenieros y sus componentes por ayer, San Fernando, su Santo Patrón.