Hoy me voy a ocupar de los mayores que ya cumplieron cien o más años, que creo constituyen una clase excepcional y son un bien escaso. “Clase excepcional”, porque pertenecen a un grupo privilegiado de personas cuya meta de tan avanzada edad tan difícil es de alcanzar. Y son un “bien escaso”, porque los ancianos siempre fueron fuente de sabiduría que, de generación en generación, nos fueron transmitiendo el legado histórico y cultural. Tanto en Grecia como en Roma, cuna ambas de la democracia occidental, el Consejo de Ancianos estaba integrado en el Estado como cámara legislativa, a la que era obligado oír en audiencia y tomar en consideración sus sabias decisiones basadas en la experiencia. Hoy, en cambio, la ancianidad está devaluada y su sabiduría desoída y totalmente marginada.
Me mueve a escribir sobre este tema, además de por lo poco tratado que es en los medios, también por el cariñoso homenaje familiar que con este artículo quiero dedicar a una anciana centenaria que el pasado 30 de julio cumplió 103 años. Ella es mi tía María Badillo Palomeque, todavía en plena lucidez y con un moderado estado de salud, para tan avanzada edad, salvo pequeños achaques que con esos años lo raro sería no tenerlos y que, si bien necesita de los cuidados continuos de una señora que la atiende y de su hija mayor - mi prima Isabel - que siempre está pendiente para que nada a su madre le falte, lo cierto es que conserva todavía mucha vitalidad. Hablando con ella por teléfono tiene una potente voz, increíble para sus 103 años. Su fuerte naturaleza le hace tener una enorme capacidad de recuperación de las enfermedades. Hace más de 60 años estuvo casi desahuciada de los médicos en una difícil intervención quirúrgica, pero sorprendentemente la superó, y lo mismo con cualquier dolencia que sufre.
Se trata también de una gran mujer, muy virtuosa y trabajadora, buena madre muy amante de sus hijos, ejemplar esposa que fue de mi tío, José Caballero Higuero (q.e.p.d.), hermano de mi madre; habiendo sido igualmente él otra persona que pasó por la vida haciendo siempre bien. Ella nació en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), pero luego se marchó con sus padres y hermanos a Marruecos durante el Protectorado, donde la familia tuvo en propiedad una próspera imprenta en Alcazarquivir, hasta que el vecino país obtuvo su total independencia en 1956. Después se les truncó el negocio, porque los antiguos trabajadores pasaron a ser los nuevos dueños de la imprenta y comenzaron a presionarles para que se marcharan, hasta que la familia tuvo que repatriarse a la Península sin que ni siquiera se les indemnizara. Esa fue la lamentable situación en que entonces quedaron atrapados muchos españoles que eran residentes en Marruecos y que creo que el Estado español no dio la debida protección a sus nacionales, habiendo quedado allí abandonados a su suerte.
Mi tío también se hallaba destinado en el Protectorado como militar. Ambos se conocieron y se enamoraron. Pero ella era muy joven, entonces menor de edad, todavía sometida a la tutela y patria potestad de sus padres, que se opusieron a la relación debido a su edad prematura. Tal obstáculo sólo pudieron obviarlo los novios casándose cuando ella contaba 18 años. Así ya, sus padres accedieron a que contrajeran matrimonio y fundaran su propio hogar. Vivieron en Alcazarquivir, Tánger, Arcila, Larache, etc., siguiendo las vicisitudes de los frecuentes destinos a que mi tío estuvo sometido como militar.
Ambos hacían una pareja ideal, muy enamorados, muy unidos y siempre muy afanados trabajando con toda su ilusión puesta no sólo en que no les faltara nada a sus cuatro hijos que nacieron del matrimonio, sino también para poderles costear a todos una carrera que terminaron, teniendo algunos que estudiarla fuera de Ceuta, pese a las exiguas posibilidades económicas que les permitía el módico y único sueldo de mi tío, Capitán de Ingenieros, más una pequeña explotación familiar que entre ambos tuvieron que crear para poder ayudarse, porque a los elevados gastos a que debían hacer frente con sus cuatro hijos estudiando, había que sumar luego los agregados de la familia por ambas partes; de manera que los dos trabajaron mucho, con entrega, sacrificio y llevando una vida ahorrativa y austera. Recuerdo que la única liberalidad que periódicamente solían permitirse era ir a ver alguna película al ya desaparecido cine África de Ceuta.
Uno de los agregados de la familia fui yo mismo, porque habiendo ingresado en el Ejército voluntario, me vine desde Mirandilla, mi pueblo, a Ceuta. Ellos, de su propia iniciativa me acogieron con agrado y cariño, de forma que, aparte de mi vida militar y servicios reglamentarios con los que en el cuartel debía cumplir, me hicieron solicitar el “pase pernocta”, que me autorizaba a estar en su casa y dormir fuera del cuartel cuando estaba libre de servicio, hasta que por ascenso de mi tío la familia se marchó a la Península.
Pues por tan generoso acogimiento, hospitalidad y buen trato familiar que me dispensaron, tanto a mi tío (en el cielo) como a mi tía, les estaré muy agradecido mientras viva. Así es que, tía María: Muchas gracias por todo. Es de bien nacido ser agradecido, máxime cuando es de toda justicia reconocerlo por mi parte. Mucha suerte y a por los 110 años, por lo menos.
Y lo anteriormente expuesto me sirve de hilo conductor para hacer ahora un breve análisis sobre la ancianidad centenaria y los mayores en general. Así, para que se tenga una idea de hasta dónde puede llegar su resistencia biológica, según la OCDE, las tres personas más longevas del mundo en 2019 eran: Natalia Reynoso, nacida en Médanos (Argentina), que el día 17-08-2020 cumplió 2020 años. Tuvo nueve hijos, pese a haber enviudado con 36 años. Su madre vivió 120 años y su padre 112. También, Julio Flores Colque, con 119 años, nacido en Zapo (Bolivia). Soltero sin descendencia. Y Kane Tanaka, natural de Fekuaka (Japón), que con 116 años ejercita su cerebro resolviendo problemas matemáticos.
En el mundo viven en la actualidad unas 455.000 personas con cien o más años que, aunque parezcan muchas, hay que tener en cuenta que poblamos el planeta 7.000 mil millones de humanos. Como referencia comparativa con la remota antigüedad, basta señalar que en la actualidad tenemos la generación más longeva de la historia. Remontándonos a la edad de hierro y bronce, entonces sólo se alcanzaba una edad media de vida de 18 años, debido a la terrible mortalidad infantil que entonces existía. Y según las estadísticas, el colectivo de centenarios sigue creciendo a pasos agigantados. El censo de los EE.UU nos indica que la franja de edad de población de cien o más años crecerá hasta el año 2050 un 746 %. Con este ritmo, habrá en ese país más de un millón de centenarios para el año 2080.
En España tenemos 15.413 centenarios y también son el rango de población que más crece, un 6 % anual. Según el INE, la tasa de longevidad comienza a crecer de manera que, a finales de la próxima década, más de 100.000 españoles podrán celebrar los cien años de edad. Ello se debe a que mejoraron las condiciones de vida, también la prevención de los factores de riesgo, la información sobre la salud está más difundida y hay tratamientos y curaciones de enfermedades que antes no estaban disponibles, con avance de la ciencia médica, mejor calidad de la alimentación y mayor nivel de vida.
Estudios científicos señalan un papel importante para alcanzar la longevidad lo desempeñan los genes de cada persona en la proporción del 37 %. Hasta ahora, la investigación se ha centrado en las variaciones genéticas que ofrecen una ventaja fisiológica, como los altos niveles de colesterol "bueno" (HDL). Una investigación médica de la Universidad Yeshiva (EE UU) acaba de demostrar que los rasgos de la personalidad, como ser extrovertido, optimista, tolerante, estar comprometido en actividades que ayudan a los demás, también pueden contribuir a una mayor longevidad. Por el contrario, quienes son negativos por propia naturaleza, gruñones y cascarrabias estando siempre ofuscados y de mal humor, tendrían menos posibilidades de alcanzar el centenario. La amabilidad, la convivencia cercana con la familia y en sociedad, así como el talante alegre y el buen humor, favorecen mucho la salud. Se dice que estando enfadado es como más arrugas nos salen. Sonriamos, por favor.
Existen también los “supercentenarios”, que son los mayores de 110 años. Indica el Instituto Max Planck de Rostock que, en Alemania, sólo 19 personas han alcanzado esa edad desde 1900, dos hombres y el resto mujeres. El récord de mayor longevidad supercentenaria lo tiene Jeanne Calment, que murió el 4-08-1997 a los 122 años. “Si el número de seres humanos que han vivido a lo largo de la historia se cifra en 110.000 millones de personas, es significativo que tan sólo una persona haya alcanzado esa edad. Por lo tanto, la frontera de los 115 años constituye una auténtica barrera muy difícil de superar”, señala un estudio del profesor de la Universidad Carlos III de Madrid José Miguel Rodríguez Pardo, para la Fundación Map¬fre.
Se ha llegado a la conclusión científica de que para los centenarios uno de los mayores factores de riesgo es el aislamiento. Es importante que estas personas mantengan la socialización tanto familiar como social, que participen en las relaciones sociales que venían teniendo y que hagan una vida intelectual activa. Ser positivo ante la vida y saber superar las circunstancias adversas sin estresarse demasiado, creciéndose ante las dificultades, además de ayudar mucho a resolver los problemas, es también factor muy importante que ayuda a la longevidad. Y, por el contrario, si se es negativo, una persona se desmoraliza, se viene abajo y se deprime, eso es muy perjudicial para la salud, por lo que hay que tener ánimo y predisposición para encarar los problemas y crecerse ante ellos.
Se suman otra serie de factores riesgo, como el hecho de tener que soportar algún accidente grave o desgracia sufrido por algún familiar, que es un trauma para los longevo. Los médicos recomiendan ser cautos y previsores en llevar una vida y alimentación sanas, así como hacer un estrecho seguimiento a algunas patologías que pueden resultar malignas. En tal sentido, debemos hacer ejercicio físico moderado, tener una alimentación correcta y variada, control periódico de la tensión arterial, colesterol, niveles de azúcar y otros factores de riesgo.
El fenómeno de la longevidad tiene cada vez más relevancia en la economía. En particular, por su influencia sobre el sistema de pensiones, el gasto sanitario y la dependencia. Según la Seguridad Social, el Estado paga 1,52 millones de pensiones (principalmente de jubilación y de viudedad) a ciudadanos mayores de 85 años que, como regla general, llevan ya percibiendo una pensión durante 20 o más años. En cuanto a la esperanza de vida, a partir de los 65 años -edad legal de jubilación- también crecerá en los próximos años de manera progresiva, pasando a ser para los varones de los 18,9 años de expectativas a partir de los 65 años, a de 27,4 años en 2063; mientras que, en el caso de las mujeres, dicha expectativa pasará de los 22,8 años en 2013 a los 30,8 años en 2063.
Las explicaciones sobre el secreto de las personas centenarias siempre se fundamentan en dos pilares: el estilo de vida y los genes. Los que creen que el peso de las condiciones ambientales es decisivo, hacen hincapié en varios factores, como la ausencia de contaminación, el ejercicio físico y la alimentación.
“Hemos hecho estudios en los que cambios de estilos de vida pueden alargar hasta 14 años la esperanza de vida. ¿Cómo lograrlo? Ingerir cuatro piezas de fruta, hacer ejercicio, no fumar y tomar un vasito de vino”.
Comer poco, o no tanto, nos alargaría la vida. Paradójicamente, quien aconseja tomar a diario el vaso de vino se llama José “Viña”. Pues, ¡ea!, una copita diaria, más no.