La operación desarrollada por la UCRIF en el puerto vuelve a poner de relieve la presión migratoria registrada en la ciudad. Al margen de la organización desarticulada, que se dedicaba a la captación de inmigrantes y a su posterior pase, los policías nacionales y guardias civiles destinados en el puerto se enfrentan, a diario, a la presión que representan aquellos sin papeles que, a la desesperada, intentan embarcar de manera clandestina. A diario se registran, de media, cinco rechazos, pero hay jornadas ‘infernales’ en las que la presión es constante. Los subsaharianos buscan de cualquier manera esconderse en los bajos de los camiones para conseguir la entrada en el ferry. Es habitual la elevada presencia de estos inmigrantes, todos residentes en el CETI, en torno a las gasolineras y en las cercanías del embarque para buscar la salida. El hecho es que lo consiguen, por eso la senda no para y por eso los servicios de rechazo de este tipo de embarques se han convertido ya en habituales para las fuerzas de seguridad. En diciembre escaparon así 30 y en enero y febrero, una veintena. Mientras la red desmantelada facilitaba los traslados contando, presuntamente, con la connivencia de un policía, hay otros agentes que, a diario, trabajan, precisamente, para que estas salidas no se lleven a cabo.
Acoso sobre la planta del Hacho y el entorno del muelle pesquero
Tras la muerte de un nigeriano el pasado diciembre se frenó la presencia de subsaharianos en el entorno de la planta de residuos del Monte Hacho. Pero ese freno duró bien poco hasta el punto de que en el último mes la presión ha sido constante. Eso a pesar de que Urbaser ha blindado la planta con un muro. Esas presiones se registran en otro punto sensible, el muelle pesquero, al que se aproximan los residentes del CETI buscando otra forma de escapar.