Un día tras otro se repite la misma historia. Decenas de subsaharianos se acercan a la planta de transferencia, ubicada en el Monte Hacho, para intentar colarse en los camiones de basura. Los trabajadores de la planta ya están habituados a la imagen. “Se están jugando la vida”, espeta un operario. Lo único que ellos pueden hacer es rechazarlos de alguna manera. Eso si los ven, claro. Es sólo entonces cuando les instan a que se marchen del lugar. Y eso hacen, pero sólo durante unos minutos: el tiempo que tardan los trabajadores en volver a sus quehaceres para así intentar, otra vez,colarse en los camiones.
Desde la fuente de María Aguda los subsaharianos esperan. Si llueve se tapan con plásticos, si no, se ocultan entre los árboles y esperan el momento en que se prepara uno de los camiones con residuos para ser trasladados a la península. Algunos lo han conseguido. Y eso es lo que motiva a los demás subsaharianos a intentarlo. Lo dicen sus compatriotas, y así lo reconocen a este medio. Ocultarse, aseguran, es sencillo. Otra cosa bien distinta es la travesía que emprendan. Saben que hay quien ha muerto en el intento. En 2003 un padre y su hijo murieron dentro de uno de los camiones de basura. Su caso fue conocido, pero hay otros de los que nunca se sabe.
Esta temeridad no asusta a los inmigrantes que, cada noche, emprenden la ‘senda’ del Hacho en busca de esa oportunidad. Se juegan la vida, como aseguran los trabajadores de la planta y como reconoce la propia Policía. Pero nada puede hacerse, sólo identificar a los subsaharianos y ‘molestarles’ un poco. Eso y vigilar de maniera más concienzuda las cercanías de la planta a la hora de intentar aminorar los intentos de escapada. Iguales escenas se repiten en el puerto, en donde se registra igual o mayor presión.
Allí las fuerzas de seguridad repiten los mismos controles con similares efectos. Mientras hay quienes buscan a la desesperada este tipo de salida a la península, la dirección del CETI sigue organizando traslados de inmigrantes de forma regularizada. En los últimos meses se ha gestionado el traslado de ochenta, entre ellos varias mujeres, algunas embarazadas. Son dos vías de salida radicalmente opuestas pero que tienen el mismo final: llegar a la península.
“No podemos hacer otra cosa que, si los vemos, instarles a que se marchen”, reconoce un agente del Cuerpo, afanado en el control migratorio. Los inmigrantes buscan cualquier recoveco para ocultarse en este tipo de camiones. ¿Porqué? La respuesta es sencilla: se presupone una menor vigilancia de la Guardia Civil sobre este tipo de vehículos. El escondite elegido por los subsaharianos es siempre el mismo, se ocultan en el único hueco que queda abierto en el camión, pretendiendo, de esta forma, burlar los controles. Entre quienes buscan ocultarse en los camiones se encuentran algunos de los cameruneses que protagonizaron los últimos altercados contra la administración. Las deportaciones conseguidas entre España y Camerún no han hecho sino acelerar esta vía de salida. Hoy, como ayer, lo volverán a intentar.