Dice que volverá a intentarlo. Que una y otra vez intentará saltar esa doble valla sobre la que el Ministerio del Interior planea una logística antipersonas. Porque en eso, en definitiva, consiste el plan del ministro Fernando Grande-Marlaska, en que por la valla que separa Ceuta de Marruecos no cruce nadie. Tampoco que lo haga Fouiny.
Él es un joven guineano que dice tener 17 años. Él es uno de los que quedaron atrás en Beliones a finales de agosto de 2019, uno de los que iba junto a los famosos 155 de Benzú que consiguieron cruzar a Ceuta y que permanecen acogidos en el CETI.
“Durante 2 años intenté enfrentar la frontera de Ceuta pero fue imposible”, cuenta a El Faro en una conversación mantenida a través de redes sociales. Ceuta y Guinea Conakry se unen de esta manera, se unen para conocer los datos de quien dice que fue deportado durante dos meses solo por intentar cruzar por Beliones a nuestra ciudad.
“Más de 3 veces intenté llegar a Ceuta por la barrera, pero finalmente me hicieron salir. Fui uno de los Boza de 155 personas. Me enfrenté a la barrera pero fue imposible. La Guardia Civil nos hizo salir y nos dio al marroquí. Luego nos encarcelaron 2 meses en Tetuán y nos deportaron a Guinea”, cuenta, explicando una situación que sufrió él y más compatriotas.
Fouiny cuenta que su historia migratoria comenzó después de perder a unos padres que lucharon por él y le dieron educación hasta la escuela secundaria.
“El 2 de noviembre de 2016 perdí a mi padre y esto me llevó a una situación que me pareció difícil para continuar los estudios. No tenía a nadie que me apoyara. Sigo siendo un niño de la calle. El 20 de noviembre tomé el camino a Argelia a través del desierto donde estuve 3 meses. Los tuareg me pedían dinero pero no tenía nada. Me golpearon y torturaron pero conseguí llegar a la capital”.
Su llegada a Marruecos, como la de muchos otros subsaharianos, se entremezcló entre los deseos de cruzar a Ceuta y la necesidad de una subsistencia complicada.
Cuenta que en esos intentos por saltar la valla fue golpeado, maltratado, desangrado y al mismo tiempo encarcelado. Su último cruce fue en agosto, pero quedó en el intento. “Me atraparon para enviarme a la prisión de Tetuán donde estuve dos meses”. Tras eso llegó de nuevo su tierra, Guinea Conakry, pero sin medios, sin futuro, con la calle como única vía de estancia.
Como él otros tantos compatriotas fueron retornados a sus países. Hoy quieren seguir intentando el pase, a pesar de las heridas físicas y psicológicas que van arrastrando sin piedad.