Una década después del estreno de la entretenida y fresca Bienvenidos a Zombieland, con la televisiva The Walking Dead y su éxito en medio, el realizador Ruben Fleischer se lanza a la piscina con esta segunda parte un tanto arriesgada por el tiempo que ha pasado y por no contar la misma con la inercia ya del éxito de su predecesora.
La tónica general en esta ocasión es la del más de lo mismo, para bien y también con lo malo que ello conlleva. Se impone la comedia gamberra postapocalíptica de zombis, ya no como un producto original, sino para un consumo de divertimento asegurado, con gotas de (buen) humor y descerebre inteligente, entiéndanme la aparente contradicción del término como algo no sólo posible, sino premeditado y meritorio por parte de los creadores de la criatura.
Los protagonistas de la road movie vuelven a ser los mismos, interpretados con tronío y buenas maneras por Jesse Eisenberg, Woody Harrelson (otra vez la estrella del reparto y alma del singular equipo matazombis) o Emma Stone como cabezas de cartel. En esta ocasión se une a la fiesta Rosario Dawson, que siempre ha dado el perfil de tipa cañera a la perfección.
En cualquier caso, la franquicia que proponen estos supervivientes que encima disfrutan lo que hacen en un mundo invadido por los muertos vivientes da señales claras de estar eso mismo, muerta, y esas cosas ya se sabe que difícil arreglo tienen. Las resurrecciones, haberlas háilas, pero no ocurren todos los días…
El espíritu original, eso sí mantiene el nivel fresco y divertido, con momentazos como el inicio de la proyección, por todo lo alto con el logo de la productora como protagonista, el guiño sin sonrojo alguno a los cómics de The Walking Dead, o la escena post créditos con el gran Bill Murray; aparición ésta estelar de la primera parte y del momento oculto de esta segunda, sólo para los ojos de aquellos con paciencia que no se levanten de la butaca cuando vean el fin.
Poca más verborrea tiene para comentar una hilarante, a ratos saturante y a ratos bastante entretenida propuesta de cine palomitero con buenas concepciones para amantes del despiporre consentido. Y para fans de Woody Harrelson, que dista mucho de estar acabado por la edad, o de un Jesse Eisenberg que quien suscribe no le profesa gran querencia, pero resulta que no estaba muerto sino de parranda…