No sé por qué a esta altura de nuestras vidas seguimos siendo víctimas de ataques colectivos por los devenires políticos. Sabemos que ellos, los dedicados al arte de lo público, han nacido para contarnos cuentos. Uno al día, alguno más bueno que otro, pero todos, en definitiva, puros cuentos. Nosotros, los ciudadanos, sabemos que ellos están ahí para disfrazar de gestión lo que es un mero reparto de porciones. Así las llaman, son el fondo puestos y nóminas a final de mes. Algunos, en el ejercicio de su papel, se llegan a creer que son nobles personajes, transparentes gestores, encargados de convertir nuestra vida en algo más alejado de lo mezquino. Otros saben a lo que van y no nos engañan, son unos trepas a los que sus propios rostros van adaptándose a la situación hasta encajar perfectamente en el rol encomendado. Les decía que, sabiendo a lo que nos enfrentamos, seguimos tirándonos de los pelos por el espectáculo más o menos grotesco al que asistimos. PP y PSOE se erigen en los más demócratas de la vida política de este pueblo. Por algo les han votado, dicen. Por algo son los que atesoran la mayoría, insisten. Por algo son los salvadores de la democracia y para ello se reparten el pastel creando puestos para sus colocaciones sacándose el nuevo cargo de moda de la manga, el de controlador de servicios para cuidar las barriadas. Son increíbles. Las barriadas llevan años abandonadas y seguirán de igual manera por mucho que disfracen puestos de controladores argumentando que hace falta una mejora urgente, cuando saben que los elegidos para esos puestos van a hacer de todo menos el cargo que figura en sus contratos. ¿Quieren hacer una demostración? Cargos de libre designación, indemnizaciones millonarias, elección de personas afines a los partidos, meriendas de pastel entre unos pocos... Es toda una situación esperpéntica e intolerable que, por denunciada, no hace mella en quienes la han provocado. Muy al contrario: difunden comunicados que deberían causar sonrojo para disfrazar sus posturas y mentiras, se erigen en pedestales de una soberbia que no asusta porque es a la que estamos acostumbrados desde hace tiempo. Aquello de la deontología y el respeto se perdió en el camino de quienes eligieron el dinero antes que la demostración de que unas profesiones honradas debían seguir siéndolo. Ya no. No nos creemos siquiera los cuentos.
Le dijo la sartén al cazo