Esta mañana, en el Instituto Camoens, nos hemos encontrado que las papeletas del Senado con las cruces de los votantes andaban en poder de un compañero del plan de empleo.
Se hacía de dominio público qué se había votado en este colegio electoral cuando sabemos que ese material debe ser destruido por el que ostenta la responsabilidad de presidir la mesa en la que se van a producir los sufragios.
¿Desconocen los miembros de la mesa electoral las reglas más básicas del funcionamiento de esta tarea que se les encomienda?
¿No hacen hincapié los representantes de la administración sobre los procedimientos básicos de la ley electoral?
Qué pasaría si los profesores dejáramos al albur del destino nuestros exámenes, informes y calificaciones?
Muchos profesores hemos presenciado este hecho y nos ha producido un sonrojo difícil de disimular.
Apelo a la cordura de la Junta Electoral para que vele de principio a fin por las reglas recogidas en el proceder de los comicios.
El secreto y el anonimato del voto debe estar garantizado de principio a fin.
¿Qué pasaría si un hospital abandonara las historias médicas de los enfermos o un Banco la lista de morosos que no han cumplido con sus deudas?
Aunque en las papeletas no ponga el nombre, tenemos que ser completamente escrupulosos en estos asuntos; y más en un Instituto de Enseñanza en el que estamos formando a alumnos en el funcionamiento de la democracia.