A sus 71 años preside una asociación que parece “casi una cofradía”; una gran familia de 3.500 socios. Son los Polillas, los antiguos alumnos de los colegios de la Guardia Civil.
Sevillano de nacimiento y zaragozano de adopción, además de estudiante fue profesor del colegio de Guardias Jóvenes. Comandante retirado, compagina la asociación con su afición por la pintura, que le ha llevado a exponer internacionalmente.
–¿Cómo es eso de ser guardia civil y pintor?
–Bueno, es una afición que he podido desarrollar. Pertenezco a un grupo de artistas de Zaragoza donde hay unos muy buenos, y yo soy un ‘apegado’. Me ha permitido viajar, al igual que el hecho de ser presidente nacional de los Polillas. Son cuarenta delegaciones provinciales que tienen sus reuniones, aunque asamblea nacional sólo hay una.
–¿Por qué en Ceuta?
–Los componentes de la delegación de Ceuta se ofrecieron desde que nacieron hace dos años con 70 socios, cuando lo normal es que los fundadores sean siempre un grupo pequeño. Aportan, además, juventud, no como otras delegaciones, por ejemplo la de Madrid, donde la media de edad es muy superior. Con sus más de cien socios es la tercera o cuarta a nivel nacional. Desde el principio se pusieron a disposición de organizar una asamblea nacional y mostrarnos las excelencias de la tierra y de la gente, que son muchas. Para mí será la cuarta vez en Ceuta
–Quédese con un punto de la ciudad, con algo en concreto.
–Es difícil, porque las veces anteriores que he venido, he tenido la suerte de que me hayan guiado por toda la ciudad y sus monumentos. Por ejemplo, la zona centro es preciosa; en la plaza de África, con su catedral, su iglesia, y con su arriado de bandera. Pero también las Murallas Reales o el Monte Hacho.
–¿Se siente la asociación querida en Ceuta?
–Hombre, bajarse del puerto y ver una estatua en la que se ve una pareja de la Guardia Civil, en su homenaje, es muy significativa la conexión entre el pueblo ceutí y nosotros. Vuelvo por cuarta vez a la ciudad, pero los que no hayan ido, espero que retornen heraldos ceutíes para proclamar sus excelencias por todas las partes de España.
–¿Cuál es el sentido de la asociación?
–Se fundó en el año 1949 con fines sociales y de asistencia, que gracias a Dios ya no hacen falta, porque muchas ayudas se pueden conseguir de las Comunidades Autónomas o de los Ayuntamientos. Pero en el 49 no existía la asistencia que había hoy, y nos unía un sentimiento de hermandad. Por ejemplo, en los años cincuenta estuve en el Colegio de Guardias Jóvenes, y recuerdo cómo, entre ocho alumnos, nos fumábamos un cigarro entero, una calada cada uno. En mi caso, es especial porque también he sido profesor del colegio, entre otras personas de Alfonso Vega, el presidente de Ceuta.
–¿Qué fama tenía como profesor?
–De duro. Pero es porque yo les decía que eran como mis hijos, y a mis hijos siempre les he tratado con dureza y exigencia. Nunca con malos tratos, pero sí con especial atención a la disciplina y a los deberes. Estuve seis años de profesor, así que entre mis superiores, los de mi promoción, y los alumnos que he tenido, encuentro gente por toda España y viajo mucho.
–Ese sentimiento de familia, ¿tiene que ver con la propia idiosincrasia de la Guardia Civil?
–Sí, por supuesto. Se vivía en las casas cuarteles, eran una vivienda. En una época en la que no se podía viajar con tanta alegría, seis guardias con sus familias vivían en el mismo edificio, y se unían tanto en lo bueno como en lo malo. La verdad es que eso pasa cada vez menos, y se vive más fuera de las casas cuarteles.
–¿Qué espera de estos días?
–Estamos con muchos ánimos, y viene gente de todos los puntos de España, incluso de lugares tan lejanos como Lugo o Gerona. Se harán actos importantes como dar la medalla de oro a Jesús Cordero, que recogerá su hijo. También me gustaría destacar la implicación de las autoridades. Me hubiera gustado decirlo en la recepción, pero no se puede luchar contra los elementos y me niego a romper el protocolo.