El calendario laboral será uno de los asuntos de mayor relevancia social que se trate en el próximo pleno de la Asamblea. De hecho, tal vez se convierta en el tema más polémico porque a lo largo de los últimos días las distintas formaciones políticas han ido difundiendo sus propuestas y existen claros puntos de desacuerdo. Sin embargo, esta circunstancia, que es habitual cuando se observa un mismo hecho desde diferentes puntos de vista, no debería de ser un problema insalvable para establecer un calendario con más respaldo que el actual.
La propuesta que presentó ayer el Partido Popular contempla el 2 de septiembre como Día de Ceuta, junto a otras trece festividades religiosas y de carácter institucional. Se trata del mismo calendario laboral que el actualmente en vigor y sobre el que no existe consenso. Probablemente, el que se apruebe para el próximo año tampoco salga adelante por unanimidad, pero al menos sí debería haber eliminado algunos puntos desencuentro. Quizá el mayor inconveniente para conseguirlo sea que no existe el suficiente interés en algunos diputados por llegar a un acuerdo, por alcanzar un pacto que lógicamente no satisfaga a todos, pero que sirva para aproximar posturas.
En asuntos como el del calendario laboral la mejor solución pasa por buscar puntos de consenso, por la moderación y por trabajar para alcanzar un acuerdo. Ese es precisamente parte del trabajo que los ciudadanos exigen a sus representantes políticos en su labor diaria, además de acertar con las medidas que adopten para cada situación. En este caso, el primer paso es adoptar un acuerdo que cuente con el máximo respaldo de las formaciones políticas y que, por lo tanto, sume el máximo apoyo de la ciudadanía, teniendo en cuenta la diversidad cultural y religiosa que existe en Ceuta, el peso de cada comunidad y las tradiciones. Quizá el equilibrio no sea fácil, pero será aún más difícil si no se apuesta por la moderación y la búsqueda del acuerdo.