A Mohamed Bah se lo encontraron en las cercanías del colegio Príncipe Felipe. Postrado en una silla de ruedas, cansado, desorientado. Protagonista, sin buscarlo, de un caso extremo en el fenómeno migratorio. Un joven, vulnerable, marcado por la polio que le paralizó las piernas cuando solo tenía 5 años, conseguía superar la Frontera Sur.
Este guineano descansa ahora en el CETI, dejando atrás nueve meses de marcha migratoria, de camino emprendido que decidió tomar surtiéndose de toda su valentía a sus 30 años de edad. “En mi país no tenía asistencia, mis padres eran mayores…”, explica a FAROTV a las puertas del centro del Jaral en donde está acogido.
Ayudado de unas muletas que le han facilitado en el CETI, Mohamed logra moverse por el centro. Son pequeños pasos de los mayores que confía en dar. Porque este joven tiene sus sueños y sus metas que luchará por alcanzar.
“Realmente necesito ayuda para salir de aquí, continuar con mi educación. Quiero depender de mí mismo, seguir haciendo algo, tener mi familia”, explica. Dejó atrás los estudios de Bachillerato y sus inicios en el ámbito económico que no quiere aparcar.
Pero ese es el futuro. Mohamed tiene un presente en Ceuta que se escribe después de una auténtica odisea para cruzar desde Marruecos. Su viaje partió de Guinea Conakry con la ayuda de un primo. “Él decidió viajar y yo me dije, también puedo.
Busqué transporte para salir desde Senegal, Mauritania hasta llegar a Marruecos. Estuve viviendo en el bosque con mi primo”, explica
Allá al otro lado de la valla otros jóvenes como él esperan conseguir el pase. Un recorrido duro, complicado, pero más aún para quien necesita de ayuda para moverse, para escapar del asedio de las fuerzas de seguridad marroquíes que es constante y radical.
¿Y cómo pudo llegar Mohamed a Ceuta? Las rutas son complicadas para un joven afectado por esta discapacidad. Sus pasadores le comunicaron que en unos días lo conseguiría. Y así fue. “Vine con tres personas, en un bote de plástico. Cuando llegué me buscaron la silla de ruedas, me dejaron ahí y alguien llamó a la Policía.
No tenía miedo, era mi obligación, tenía que cruzar”, explica, recordando cómo lo llevaron hasta las cercanías del colegio en donde fue asistido por la Cruz Roja y trasladado al Jaral ese domingo en el que los caballas se quedaban pegados al televisor viendo cómo el Ceuta perdía cualquier esperanza por ascender de categoría.
La valentía de Mohamed le ha llevado a estar hoy aquí. Nueve meses después de dejar Guinea Conakry. Con unas metas que espera poder cumplir porque en la vida puede haber barreras físicas, pero si hay lucha y tesón, nunca podrán impedir que se alcance el sueño.