Esta es la pregunta que vienen haciéndose muchos trabajadores desde hace tiempo. La verdad es que cuando nadie les oye, reconocen que en algún momento les han hecho falta.
Pero cuando están en público, algunos sacan pecho y comienzan a despotricar de las que tenían que ser sus organizaciones. Parece que criticar a los sindicatos es la moda desde hace demasiado tiempo. No es para menos. Los grandes medios de comunicación de masas, obedeciendo las órdenes de las grandes corporaciones que los financian, decidieron intensificar su campaña de acoso y derribo de las organizaciones obreras hace ya unos años. Los gobiernos, conservadores y socialdemócratas, aunque todos liberales, también.
En el mes de marzo, el investigador del Canadian Centre for Policy Alternatives, Jordan Brennan publicó un estudio titulado 'Rising Corporate Concentration, Declining Trade Union Power, and the Growing Income Gap: American posperity in Historical Perspective', en el que con series de datos de más de 100 años intenta aportar luz al hecho de que cada vez sea mayor el poder de las grandes corporaciones empresariales y la desigualdad entre las rentas del trabajo y las rentas del capital. Es un estudio al que se puede acceder sin dificultad. Evidentemente, no se han hecho eco del mismo los grandes medios de nuestro país, ni los economistas que trabajan a sueldo de los mismos.
Lo que en esencia nos dice Brennan es que los datos históricos demuestran que la afiliación sindical fortalece a los sindicatos, aumentando su poder de negociación, lo que se traduce en una subida de la participación de la masa salarial en el ingreso nacional de un país. Lo contrario, aumenta el poder de las grandes corporaciones y su beneficio, en perjuicio de la masa salarial y de las inversiones productivas. Es decir, menor poder sindical implica menor crecimiento económico, menos empleo, menos competencia y peor funcionamiento de la economía en general (Juan Torres en ¿Para qué sirven los sindicatos?). Y da datos esclarecedores.
En 1935, el porcentaje de trabajadores afiliados a los sindicatos en los EEUU de América era del 8% y el porcentaje del ingreso nacional que iba a los salarios más bajos era del 44%. En 1970 el porcentaje de afiliación subió al 30% y el porcentaje de participación de los salarios en el ingreso nacional subió al 54%. A partir de 1980, el porcentaje de afiliación bajó al 11% y el porcentaje de participación de los salarios en el ingreso nacional bajó al 41%.
Paralelamente a lo anterior, también muestra cómo ese porcentaje de salario que pasó a manos de las grandes corporaciones, lejos de contribuir al crecimiento económico o al empleo, como nos repiten machaconamente los seguidores de la teoría neoliberal, sólo sirvió para incrementar la inversión especulativa, los ingresos de los más ricos y la desigualdad. Así, el crecimiento del PIB a partir de 1980, que es cuando más se limitó el poder de los sindicatos, creció mucho menos que en los años anteriores. De la misma forma, mientras que por cada dólar gastado en inversión en activos fijos desde 1895 a 1990, se dedicaron 18 céntimos a fusiones y adquisiciones, desde 1990 aumentaron a 68 céntimos. Esto ha provocado una mayor concentración de riqueza, que ha permitido un mayor reparto de dividendos y una recompra de sus propias acciones, con precios totalmente manipulados.
Es decir, que lo que nos enseña la teoría económica liberal respecto a la superioridad del mercado a la hora de fijar los salarios y a la supuesta mayor eficiencia del sector privado de la economía, hace aguas cuando se contrastan los datos con series históricas largas. Aconsejo también la lectura de un magnífico libro de Mark Weisbrot, 'Fracaso. Lo que los 'expertos' no entendieron de la economía global'.
En estas circunstancias no es extraña la obsesión cuasi enfermiza de los gobiernos conservadores del mundo, por adoptar medidas que limiten el poder de los sindicatos. Como tampoco nos pueden extrañar los continuos pronunciamientos de los grandes medios a favor de la "regeneración" sindical, que es tanto como decir, su integración definitiva en el sistema y el olvido de los más débiles y necesitados.
Si analizamos la situación política española actual en clave sindical, quizás podamos comprender con mayor nitidez por qué, tanto el Partido Popular, como el Partido Socialista, temen a las fuerzas emergentes tipo Podemos. O al menos, así es como lo veo yo.