Ya ha empezado la campaña electoral con vistas a elegir a los representantes políticos en las próximas elecciones generales. Estamos en una democracia representativa y, por lo tanto, se votan las listas de candidatos elaboradas por los diferentes partidos políticos.
Básicamente, hoy en día, en la mayor parte de la España, la participación ciudadana en política se circunscribe a la votación cada cuatro años y a la militancia dentro de un partido político tradicional. Se supone que esta raquítica involucración en la cosa pública debería colmar las legítimas aspiraciones políticas de los ciudadanos, pero el problema es que los elevados índices de abstención electoral indican el enorme hartazgo existente hacia este pobre sistema, a esta pantomima de participación política. La enorme desafección ciudadana indica un gran rechazo al actual sistema de representación y, de alguna forma, también podría ser un indicador que pone de manifiesto que el caciquismo español sigue vigente en la mentalidad española. Las personas que se acercan a los partidos políticos para medrar van en aumento debido al gran declive sufrido por el ya de por sí precario mercado laboral.
El ensayo de Viviane Forrester “El horror económico” deja bien claro que más valdría ir diciéndole la verdad a las masas humanas, esto es: que no van a tener un trabajo remunerado porque no hay sitio en el mercado laboral para tanta gente.
Se prefiere la rentabilidad y el beneficio económico que impulsa todos los delirios económicos y el progreso material a los beneficios sociales, morales y espirituales que se derivan de compartir los recursos y tener un mayor índice de satisfacción vital per capita, como vivir con menos recursos económicos para que todos podamos acceder a la plenitud necesaria que nos lleva a una vida apetecible. A día de hoy, las respuestas que reciben los ciudadanos de los principales estados nación europeos son mensajes tan estrafalarios como lo es la burocracia de estado. Ante las graves crisis de recursos que se avecinan los habitantes de estos países europeos, incluido el nuestro, solo reciben respuestas que en el mejor y menos frecuente de los casos es una eficaz gestión de un determinado asunto, en el peor y muy frecuentemente es un ejercicio de ineptitud manifiesta por parte de los administradores. En las capitales la situación política está francamente mal y está costando mucho suprimir los tics caciquiles y las corruptelas miles que afectan a políticos profesionalizados (que es sin duda una especie de cacique que no deja el poder apelando a una maquinaria de partido político y a una insulsa y vacua justificación sobre la legitimidad de las urnas ante tan escasa participación electoral). Cambiar las formas de hacer política y de estar en política conllevará limitar las posibilidades a los funcionarios públicos de hacer carrera dentro de los partidos políticos. De la misma manera, las listas abiertas también supondrán un mayor atractivo a los votantes y animarán la democracia. En lugares como Ceuta, la cuestión es mucho más difícil pues se sabe todo o casi todo en tiempo inmediato. De repente aparecen vástagos de personas con apariencia de respetabilidad ocupando puestos inverosímiles; cuentas millonarias para este o aquel empresario adepto, nombramientos de señores del dinero (o de simples aspirantes a serlo) que se presentan como grandes conocedores de temas en los que no tienen competencia profesional. Las relaciones poco virtuosas entre los poderes supuestamente separados que aseguran la infalibilidad del estado de derecho están bien claras y muy cercanas. En definitiva, se aprecia la estructura caciquil en toda su extensión, de la que son los principales protagonistas aquellos personajes con influencias sobre los que nos gobiernan a todos, gestionando los recursos también de todos.
Puede que también influya que seamos una especie oportunista, que explota los recursos que se tienen a disposición, pero aun siendo así, lo relevante es que se puede mejorar la situación actual favoreciendo el salto a la democracia avanzada que permita mayores cauces de participación. Está claro que para acercarse a este nuevo modelo necesitamos cambiar a los partidos hegemónicos hasta el momento y reemplazarlos por los que vienen prometiendo regeneración y participación pública para todos. Sin embargo, en un sitio pequeño como Ceuta dónde las relaciones interpersonales se practican fácilmente y la información fluye se puede hacer difícil no solo ya votar a las tradicionales ofertas sino también a los representantes de los nuevos partidos emergentes. Con el actual sistema electoral es inviable votar a los candidatos libremente (no existen listas abiertas) y seguro que muchos votos no irán a ningún partido por estos motivos. El gran problema es que por el momento, todo lo siguen gestionando los partidos políticos dentro de los partidos políticos y de acuerdo con los intereses electorales de los partidos políticos y sus amistades caciquiles. Con todo lo expuesto cabría matizar que la ausencia de reflexión de la burocracia política que nos gobierna desde hace mucho, causa un pasmoso sentimiento de extemporaneidad difícil de encajar, sin duda Ceuta es uno entre los numerosos lugares de España en el que el tiempo ha quedado detenido y los más tradicionalistas (con algunas adhesiones hedonistas que les da igual todo) siguen dirigiendo la nave ceutí hasta que las urnas lo deseen. Por ello, convendría recordar algunas cuestiones que muestran la actitud refractaría a la democracia participativa y a propiciar el debate público del partido que gobierna la ciudad. Todas ellas merecerían consulta popular para llevarlas a cabo o participación ciudadana.
La cuestión de la cárcel, algo tan sensible en las mentalidades ceutíes ha sido recibido con fuegos artificiales por parte de su gobierno debido a un supuesto beneficio económico, que esta por llegar; el secular abandono ambiental del territorio emergido y sumergido de Ceuta que no importa o que no depende de una política estructural, reflexionada y meditada sino de la magnanimidad del cargo que se nombre, nosotros podemos decir que desde la marcha de la consejera Bel no se ha hecho nada relevante en el área ambiental; el desequilibrio presupuestario entre áreas continúa siendo una irresponsabilidad en la propia gestión de los recursos de la ciudad; los dispendios sin solución como la pifia de la Manzana del Revellín siguen eternamente esperando un gesto que la máquina burocrática es incapaz de proporcionar, pues está atrapada y abrumada entre el peso del nombre del arquitecto estrella y la falta de ideas.
Solo el cacique antepone la fidelidad de sus subordinados a la eficacia en el tratamiento de los asuntos públicos, por eso va nombrando a los mismos en unos y otros puestos dispares, para los que evidentemente no están capacitados. Un representante político responsable aceptaría un puesto durante un tiempo y se volvería a su labor profesional.
Algunos amagan con irse diciendo que ganan más dinero en sus trabajos, pero realmente siguen en política por el elevado sueldo, las emociones que les proporciona, las influencias que consiguen y sobretodo por un narcisismo creciente que inunda a todos aquellos que se involucran en política de forma profesionalizada.