La esencia de Ceuta toma forma material en sus yacimientos arqueológicos, monumentos, obras de arte y en el propio urbanismo de la ciudad. Estos bienes culturales tienen un valor cultural innegable, pero también, y sobre todo, identitario. A través de ellos podemos establecer un diálogo con nuestros antepasados que nos permite conocer y entender sus ideales religiosos, sociales, económicos y políticos, al mismo tiempo que desvelamos las claves del genius loci (el genio del lugar) de Ceuta. Los bienes culturales que vemos a nuestro alrededor no son simples piedras y objetos arqueológicos, sino la materialización de los sueños, las ideas y los ideales que han guiado a las distintas civilizaciones que han pasado por Ceuta. Quienes nos precedieron en la posesión de esta tierra no eran, en el fondo, muy distintos a nosotros.
Sus necesidades básicas eran las mismas que las nuestras en la actualidad: agua, alimentación, refugio, ropas con las que cubrir sus cuerpos y combatir el frío, etc… Sus preocupaciones también eran muy similares. Buscaban seguridad para ellos y los suyos, la salud de sus seres queridos y el respeto por sus posesiones personales. Tenían sus amigos, sus enemigos y sus amores. Pretendían el mismo reconocimiento, respeto y confianza que todos perseguimos. Pensaban en el sentido y significado de la vida, quizás más que nosotros dado que en el pasado la existencia era mucho más corta y la muerte un compañero inseparable de la vida. Estas necesidades superiores e inferiores del ser humano han sido permanentes a lo largo de la historia de la humanidad, lo que ha cambiado muchísimo, sobre todo en los doscientos últimos años, ha sido la manera de satisfacerlas. La tierra ha sido y sigue siendo, aunque no lo tengamos tan presente, el principal suministrador de los medios para satisfacer la subsistencia. La mayor parte de los recursos que ha requerido el ser humano para el normal desenvolvimiento de la vida provenían del propio lugar en el que habitaban. Con el paso del tiempo, el desarrollo tecnológico y el incremento de la población humana, se hizo necesario ampliar las zonas de captación de alimentos, agua y otros materiales, y así surgieron la agricultura y el comercio. Las condiciones naturales en el pasado fueron las que marcaron la economía y conformaron el carácter de los antiguos pobladores de Ceuta. Sus experiencias sensitivas y laborales sin duda eran más intensas que las nuestras, aunque sus conocimientos y comprensión de los fenómenos naturales que observaban eran, como es de suponer, muy inferiores a los nuestros. Había muchas cosas que no llegaban a entender. Su conciencia era básicamente mágica. La naturaleza era para ellos una fuerza indescriptible que, al mismo que les emocionaba y les aterraba. Era necesario darle un significado a todo lo que observaban y de ahí surgieron los ideales religiosos y los mitos. Casi todas las civilizaciones de la antigüedad tenían una concepción cíclica de la vida. Allí donde habitaban las tinieblas se encontraba el árbol de la vida. La vida, -el amanecer-; y la muerte, -el ocaso o atardecer-; estaban unidos por un movimiento cíclico y circular en los mitos de las principales civilizaciones. El bien y el mal, la vida y la muerte, estaban siempre pugnando. De este modo, las culturas míticas relacionaron la vida y la muerte con el amanecer y el atardecer, con el lugar donde nacía y moría el sol. Y como formaban parte de un movimiento circular allí donde moría el sol, en el extremo del mundo conocido, en el sitio donde se ubica el Atlante, tenían también que estar la fuente de la vida eterna. Ceuta, precisamente, comparte este carácter de lugar de paso, de cruce de camino, de separación entre el mundo conocido y las tinieblas. No nos debe de extrañar, pues, que aquí se localizara el árbol de la vida y la fuente de la inmortalidad. Ceuta es la ciudad de la eterna renovación de la vida. Una parte importante, fundamental, de la esencia de Ceuta radica precisamente en la perfecta representación que hace Ceuta de la metáfora universal de la renovación de la vida y el crecimiento espiritual individual y colectivo. Como explica Joseph Campbell, en todas las religiones el crecimiento espiritual es un proceso de ascenso por un pilar central en siete niveles o chakras. Este pilar central es generalmente representado con un árbol, el árbol de la vida. Por él ascienden una o dos serpientes. En la visión oriental estos dos canales, conectados con la respiración, son uno caliente, el del sol; y otro más frío, el de la luna; que se mezclan en un punto para luego ascender por el kundalini o columna vertebral. Ceuta es precisamente donde se da la confluencia de estos dos mares o corrientes marinas: una caliente, el Mediterráneo; y otra fría, el Atlántico. Donde se juntan la vida ésta se hace rica y exuberante. Autores clásicos y árabes como Al-Garnati no dudaron en identificar al Estrecho de Gibraltar y Ceuta como el lugar de la “confluencia los dos mares”. Dos mares, como explica la Profesora Sara Sviri, que son “el mar de la vida y el mar de la muerte, el mundo del espacio y el mundo del fuera del espacio, el de tiempo y el intemporal”. Un lugar en el que habita una figura mítica, Jezr, “el hombre verde” que debemos entender como una imagen arquetípica: la imagen de los buscadores de la espiritualidad que viven su búsqueda mística entre los dos planes de la existencia, el terrenal y el espiritual, según nos dice Sara Sviri. Este hombre verde, vivía en una roca, junto a la fuente de la eterna Juventud. Muchas leyendas clásicas y medievales ubican en Ceuta la fuente de la eterna juventud o el árbol de la vida, cuyos frutos otorgan la eterna juventud, que no es otra cosa que la constante renovación de la vida. Aquí reside, insistimos, la esencia de Ceuta. El árbol de la vida, como el resto de los mitos, son metáforas que nos pueden servir para reivindicar el valor del patrimonio natural y cultural de Ceuta. No son exclusivas de Ceuta, ya que se trata de metáforas universales, pero que en Ceuta son más aparentes y reconocibles. Esto hace de Ceuta y su entorno un lugar mágico y sagrado, con valor universal. Un punto de referencia para la renovación de la vida, la reeducación de la mente y la reconstrucción del planeta. Es la esencia espiritual de Ceuta, que ha estado siempre aquí y que necesita los intérpretes necesarios para desvelarla.