Somos corazones alegres, nostálgicos, tristes, palpitantes porque somos vida, una vida llena de amor, ternura, desasosiegos, tristezas.., de todos esos sentimientos que rezuman por la piel vibrando ante las emociones hasta hacer saltar punzadas en nuestro interior y ponernos los vellos de punta.
Somos pasado de un tiempo vivido, somos cómplices de la huellas de la vida, algunas de ellas pasaron y se alejaron como un soplo de arena, otras se anclaron en tu corazón con fuertes tanzas, que te ayudan a entenderte a ti mismo, a los demás y al mundo. Porque toda experiencia o etapa por la que vas pasando a lo largo de tu vida sirve para enriquecer tu alma, tu espíritu, y sobre todo para aprender. Nos pasamos la vida aprendiendo de unos y de otros, de situaciones, de momentos... de la vida. Es un lujo poder jugar con la memoria, mirar hacia atrás y encontrar a personas queridas, fuertes, que pusieron unos cuantos granitos en tu existencia para recordarte siempre la enorme capacidad que tiene el ser humano de aprender.
Mi tía dejaba sus gafas sobre la mesa junto a sus libros, cerraba por momentos su espacio de lectura, de corrección de exámenes y te dedicaba su tiempo, hasta hacerte sentir importante. Yo escuchaba atenta sus sabios consejos y miraba con ojos de asombro esa capacidad para pasar a realizar un trabajo intelectual a otro doméstico, a preparar una excursión a la playa, un viaje a Marruecos como si nada le costara.
Mi tía disfrutaba por igual de las pequeñas cosas como freír pimientos, llevarnos a la Feria en su coche descapotable, como de dar una lección de Historia a sus numerosos alumnos, ir al teatro, al concierto, a congresos, viajar... en definitiva de la vida en toda su plenitud.
Mi tía fue y será siempre una persona importante en mi vida porque ella me hizo sentirme importante desde que tengo uso de razón. Gracias.