Las petroleras, como muchas otras concepciones del capitalismo y la empresa moderna despersonalizada y sin finalidad ética, son hijos del positivismo y reducción mecanicista de la naturaleza surgida en la edad moderna toda vez que se desterró lo espiritual y se intentó desposeer al ser humano de su propia condición y esencia.
Todas estas industrias, como son los gestores de los combustibles fósiles derivados del petróleo, son utilitaristas y profundamente transformadoras de las costumbres humanas y pueden bien ser consideradas como imprescindibles para el normal funcionamiento del mercado y de la propia ciudad. Esto no significa que se interese por las facultades superiores del hombre a pesar de que gracias a su intervención se ha producido una concentración sin precedentes de todo tipo de excedentes de la producción de cosas y su impulso industrializador y de las comunicaciones modernas ha superado cualquier expectativa que Francis Bacon pudiera haber imaginado.
Esta falta de moderación industrial y bulimia mercantil que el capital ha producido a través de las petroleras de gestión y almacenamiento de crudos y gas natural hace difícil pensar por qué su escasa inversión en la cuestión ambiental toda vez que se muestra claramente sus responsabilidades presentes y pasadas en las fechorías contra nuestro litoral. En palabras del filósofo Max Scheler, mencionado por Javier Gomá en su interesantísima e inspiradora teoría filosófica sobre la imitación y la experiencia, se indica lo siguiente en referencia a las sociedades fuertemente capitalizadas “sucede que la moral moderna ha hecho del medio un fin en sí mismo, esto es tener dinero sin gastarlo: “cosas muy alegres contempladas por hombres muy tristes, que no saben qué hacer con ellas...”. En el caso que nos ocupa de la contaminación accidental percibimos que lo importante es conservar el dinero comportándose como una suerte de grupo de tios Gilitos sin gracia que solo saben que quieren ver moverse el dinero para hacerse más ricos y poder tener más cosas o simplemente la ilusión de poder tenerlas si quisieran. Tanto Sheler como Bergson y muchos otros a los que el mencionado intelectual español da vida en su obra coinciden en señalar la importancia de prototipos y de seguir los modelos de pensamiento que nos iluminan el camino y dan un sentido elevado a nuestras vidas trascendentales.
Evidentemente no hay prototipos que seguir en la forma de actuar de las compañías petrolíferas como Cepsa en Ceuta. No podemos considerar la avaricia y la codicia como prototipos de la humanidad ni del ser superior pues ninguna de las filosofías conocidas lo señalan como espejo en el que los hombres se pueden mirar. Más bien sería todo lo contrario ya que ni la religión cristiana ha impedido la enorme degeneración humana que ha seguido a la defunción de las filosofías y conocimientos holísticos sobre la naturaleza y con esta también la del ser humano trascendental en manos de una religión denominada cientifismo. Al convertirnos todos en cosas inanimadas y sin conciencia perceptible por adoración a la diosa científista, en simples procesos mecánicos somos extrapolables a una máquina y por lo tanto es claro que las máquinas no necesitan trascendencia para ser felices sino mucho aceite y combustible que poder quemar.
Está bien claro pues que los dirigentes de Cepsa, los accionistas y dirigentes poderosos, no se comportan como ciudadanos modélicos y por lo tanto no son prototipos sociales y tan solo pertenecen a la élite económica de un estado sin afán de superación moral para nuestra desgracia. Se desentienden de los problemas que causan sus irresponsabilidades industriales y se vuelven incluso beligerantes autoafirmando su poder sobre el confort de los ceutíes, algunos de verbo fácil amenazan directamente a las administraciones con desmantelar sus instalaciones y marcharse de Ceuta si se insiste en hacer a la compañía responsables de los daños en el litoral protegido. Pero lo que Cepsa está haciendo es mucho peor de lo que muchos puedan llegar a entender.
La parte pragmática y aplicable de la ciencia que lleva grandes dosis de simple buen sentido nos indica las estúpidas pérdidas de recursos naturales que se pueden evitar y las inevitables conjeturas sobre las relaciones que se podrán establecer en las cadenas vitales y las influencias sobre este o aquel organismo o hábitat como muestran las acumulaciones de metales pesados y otros venenos que nos intoxican y degradan nuestras células hasta producirnos gran cantidad de enfermedades degenerativas (la lucha de Rachel Carson contra las petroquímicas fue un hito de una persona ilustrada en conocimientos científicos que tuvo el coraje de afrontar una contienda de la razón moral contra la avaricia y la codicia). Pero insisto, lo peor no es lo anteriormente comentado sino el hurto de la posibilidad de lo sublime y del entusiasmo humano como motor de lo más elevado que puede hacer un ser humano a lo largo de su existencia. Al dejarnos sin la contemplación trascendental de la naturaleza y de la relación de simpatía y de emoción amorosa de una parte muy significativa de nuestro litoral protegido está empobreciéndonos profundamente y en esto estriba la más nefasta consecuencia del predecible comportamiento de Cepsa.
Muchos de los mecanicistas convencidos o de los que hacen seguidismo sin saber muy bien lo que hacen en este controvertido barullo en el que se ha convertido la existencia de un ser humano moderno, al estar privados de la sensibilidad a priori o quizá necesitando muchas sesiones de socratismo cognitivo para descubrir un mundo mental más elevado, no parece que capten la distinción entre un litoral manchado y vulgarizado y otro con especies y hábitats ancestrales y bellos. Es una cuestión de ética circular hacia la naturaleza y por supuesto por amor a nosotros mismos.
Por todo ello, parece que Cepsa podría congratularse con nuestro litoral protegido después de tanto años de explotación de sus tanques y fueles teniendo un gesto de reconocimiento de ciertos errores e invirtiendo adecuadamente sus recursos en la necesaria rehabilitación que nos proporcione una costa a la medida de nuestro espíritu.
A pesar de las críticas vertidas hacia las compañías petroleras y a Cepsa en particular, desde nuestra asociación estamos dispuestos a trabajar con ellos en la resolución de los problemas y en el planteamiento de soluciones que nos beneficien a todos.