No es eso, no. La noche en blanco ceutí no debería ser exactamente la que, desde el Rebellín hasta Azcárate, vivimos anteayer. Nada parecida a las que bajo el patrón de la gratuidad, ciudadanía, vanguardia y sostenibilidad y con tal denominación se promueven en diversas ciudades españolas, inundando de personas calles, plazas, espacios de cultura y espectáculos.
Una cosa es prolongar la apertura de los comercios hasta la medianoche impregnando la calle de bullicio y alegría con música y otras atracciones festivas propiciando así las ventas, y otra venderla como tal Noche en blanco. Lo que no es óbice para que aplaudamos la iniciativa de comerciantes y Cámara propiciando una noche festiva navideña sin precedentes y un primer paso muy importante para conseguir que esta ciudad pueda sumarse al carro de este tipo de celebraciones, pero en toda la regla.
El pasado mes de mayo tuve la oportunidad de vivir La noche en blanco malagueña, un fenómeno urbano verdaderamente impresionante con sus 144 actividades repartidas por toda la capital y calles abarrotadas de gente hasta bien avanzada la madrugada como si de su misma Semana Santa o Feria se tratara. Y sumados al carro igualmente algunos establecimientos abiertos con interesantes promociones, o los mismos negocios de hostelería a tope. Todo cabe en esta, cada vez más, extendida celebración.
El 19 de mayo último dedicaba yo precisamente esta columna reivindicando también para Ceuta su particular Noche en blanco siguiendo los modelos vigentes. Decía entonces que personas autorizadas en la materia no nos faltarían para diseñarla, como tampoco recursos culturales, artísticos o monumentales sobre los que sostener un proyecto capaz de atraer a la población y, quién sabe si, hasta a personas del vecino país, publicitando adecuadamente el acontecimiento.
Así y a bote pronto, podríamos hablar de visitas guiadas en algunos casos al Ayuntamiento, al Auditorio, a edificios emblemáticos, museos, templos, jardines, a todo lo largo y ancho de las Murallas Reales, por el Foso a bordo del barquito turístico, a la nueva Puerta Califal, al complejo del Ángulo, al Parque Marítimo con atención a sus especies botánicas y a la posibilidad de disfrutar paseos en barca, el propio recorrido en el tren turístico con explicaciones sobre edificios representativos y otras curiosidades… Al propio tiempo la plaza del Auditorio podría acoger proyecciones de cine al aire libre y, en su interior, a representaciones escénicas con muestras de nuestros grupos teatrales, de baile, escuelas de danza o las actuaciones de los alumnos del Conservatorio.
Igualmente se podrían aprovechar los espacios que ofrecen los anexos de dicho Auditorio para exposiciones fotográficas, el desarrollo urbano de la ciudad, la amplia muestra bibliográfica que sobre Ceuta ofrece el Instituto de Estudios Ceutíes, exposiciones pictóricas y escultóricas de nuestros artistas, ecología, gastronomía, las cofradías con su rico patrimonio bien allí o en sus casas de hermandad, las muestras referenciales de las tres culturas…
La calle o cualquier plaza podrían servir de marco también para los grupos musicales, bandas, cantantes, agrupaciones carnavalescas, escultores, pintores, caricaturistas al aire libre, cuentacuentos, moda, reciclaje, tatuadores, talleres didácticos, suelta de globos, una ludoteca con actividades específicas para los niños…
Ya digo, el objetivo sería propiciar una noche ambiciosa y distinta con la que romper la monotonía habitual del fin de semana en la que algunos hasta podrían descubrir cosas o lugares desconocidos. Y, por supuesto, la oportunidad también para el comercio o la hostelería que con sus promociones o demostraciones especiales también tendrían mucho que aportar.
Se volvió a demostrar el viernes. Los ceutíes responden con entusiasmo a cualquier convocatoria que se les brinde, máxime en una ciudad como la nuestra necesitada de bastantes iniciativas como para que nadie tenga que irse a buscar fuera lo que aquí podría encontrar con el sabor y la tradición de la tierra.
Pero eso sí, por favor, evitemos esos insoportables y desproporcionados bombardeos de vatios en las actuaciones de la calle como los que hubimos de sufrir, fundamentalmente desde el escenario de la plaza de Correos. ¿A cuenta de qué tal derroche innecesario de decibelios impidiendo recrearnos con el espectáculo y atormentando la noche a los vecinos del lugar?
Tome nota de una vez por todas Festejos y quienes deberían controlar y velar por la contaminación acústica en cualquier manifestación. Horteradas, las mínimas. Que ya está bien.