En el anuncio de los grandes combates de boxeo, cuando de alguien decían que uno de los contrincantes era fino estilista, venían a definir que era un tipo huidizo en el ring, pero si del rival comentaban que su principal virtud era la de ser un gran fajador, eso significaba que era un tipo que recibía las hostias sin inmutarse, y que posiblemente podría ganar el combate a base de que el otro se cansara de tanto pegar.
Este fin de semana, Alfredo Pérez Rubalcaba se enfrenta a un soterrado congreso extraordinario, en el momento en que los demás consideran que está más flojito, pero el flojito, o sea, el fino estilista, es también un gran fajador, que recibió el gancho de los GAL, de los fracasos de Zapatero, y el puñetazo al hígado de los socialistas catalanes, que se acuestan cantando la Internacional y amanecen entonando el himno de Els Segadors. Se observa que cuando el tipo se marcha hacia el rincón, sigue sin escupir sangre, la escasa brecha de la ceja se neutraliza enseguida, y, cuando escupe el agua, lo hace con esa indiferencia de quien sabe que la protección dental no ha salido de su sitio. Es muy probable que el fino estilista se quedara en un rincón, observando el desgaste de los otros, para guardar fuerzas llegado el momento. En todo este panorama, el flojito y fajador Pérez Rubalcaba es de lo mejor del banquillo. Porque tiene muchos antecedentes, pero no ha perdido sentido de Estado. Porque su popularidad no es la de una reina de las fiestas, pero tampoco parece que los aspirantes al título sean Lady Gaga en concierto. España necesita al PSOE. El problema es hay una mayoría consciente de que España lo necesita.