Esta ciudad parece no saber moverse más allá de los extremos. Nos topamos con la anunciada obra de La Marina, y aquí, los que cortan el bacalao político no saben más que barrer para su terreno. Los unos, imponiendo un proyecto hecho bajo el prisma de determinados ideólogos arquitectónicos; los otros, buscando cómo montar la escandalera para sacar su propio beneficio en ese maratón que algunos ya quieren correr de cara a las próximas municipales, esas en las que la reina del engaño se paseará casa por casa buscando nuestra voluntad.
En medio de esa guerra aparecemos usted y yo, ciudadanos que podemos tener nuestra opinión sobre la obra pero que carecemos de canal ante el que mostrarla. Debemos someternos a lo que unos, que dicen que nos representan, difundan en los papeles o a través de las redes sociales. Punto y final.
La ciudad se va dibujando según las querencias de los gestores que se encierran en sus despachos para, pincelito en mano, perfilar sus gustos como si estuvieran decorando el salón de su casa. El que decía ser socialista en la Plaza de los Reyes nos dejó la herencia de la cárcel, apuntando el perfil futuro de esta ciudad que recuperará su pasado penitenciario. Ceuta será cuna de una de las cárceles mayores, que funcionará con los recursos justos y que terminará acogiendo lo que en otras sobra. Fuerte Mendizábal romperá su estética con el bloque de hormigón plantado. El Hacho se lo cargaron con obras que rompen cualquier respeto ambiental, por mor de dar salida al proyecto gestado en la época en que Vivas todavía no había quemado al diputado Márquez. ¿Se acuerdan del desdoble, con aquel inicial proyecto de Pérez Marín que luego fue retocado por los chicos que parecen de todo saber? Y así pueden seguir enumerando las actuaciones que recuerden, esas que han sido gestadas y plasmadas porque, sencillamente, les ha gustado a la camarilla que lleva la batuta sin tan siquiera atender propuestas ciudadanas que bien pudieran aportar destacados puntos de vista sin que esto hiciera sospechar que persiguen intereses bastardos.
La lucha titánica por la cuota política ha terminado enmierdando un debate que tendría que haber trascendido el enfrentamiento partidista para situarse en una cuestión de interés ciudadano. Nada más.