Siempre he mantenido la necesidad -creo que en el periodismo ceutí debería ser obligación- de contar las historias de aquellos hombres y mujeres que llegan a Ceuta desde distintos países. Son los inmigrantes, los que pisan esta tierra tras saltar la valla, colarse en el maletero de un coche o ser abandonados por una moto de agua en cualquiera de nuestras playas. Antes en Calamocarro, ahora en el CETI, forman parte de la intrahistoria de este pueblo; sus vidas permanecen ligadas de una u otra manera a Ceuta. Son varios los reportajes que hemos escrito, desde los años noventa cuando éramos pocos los que subíamos a las tiendas a charlar con los recién llegados hasta hoy, cuando esas tiendas han dado paso a módulos dignos implantados en el monte del Jaral.
De una u otra manera nos han llegado personas fascinantes, con una capacidad de lucha increíble, con una preparación que no podíamos imaginar al verlos, por vez primera, debajo de esa manta tendida por Cruz Roja en el puerto deportivo. Su paso por Ceuta les puede llevar a su posterior regularización en la península o a su expulsión. Ellos lo saben, pero mientras esperan su momento.
Que el CETI viva de espaldas a la ciudadanía o a la inversa no es bueno. Importa y mucho lo que allí se hace, importa y mucho el conocer a las personas que allí viven si, de entrada, quieren integrarse. Lo decía el anterior director del centro, Carlos Bengoechea, hay un 50% de esa inmigración que nos llega que busca la integración, la mejora, el progreso. Un ‘detalle’ que no puede pasar desapercibido.
Lo que nunca entenderé es cómo puede haber personas, supuestamente ilustradas, que ofrecen reflexiones sin pudor alguno atacando una inmigración que ni conocen, criticando a unas personas o tildándolas de algo cuando ni siquiera han dado el paso para conocerlas, para visitar el CETI, para tener algo de fundamento que les sirva, después, para ofrecer una crítica razonada. Resulta triste toparse con una parte de la sociedad que todavía sigue pegándose contra el muro de la sinrazón, convirtiendo las generalizaciones en el pan nuestro de cada día. Que en pleno 2013 tenga que seguir leyendo comentarios de este tipo me resulta, cuando menos, aterrador. Yo seguiré en mi línea, seguiré hablando de Historias, sí, en mayúscula.