Ha pasado casi un año desde que se nos anunció la intención de Inaer de abandonar la línea de helicóptero. Desde entonces han sido varias las gestiones que, nos dicen, se han llevado a cabo para intentar recuperar un enlace que, a todas luces, resulta estratégico. Ya produce sonrojo el recuerdo del anuncio de esos mandamases diciéndonos que en un mes se habría recuperado dicho enlace. Ahora callan precisamente porque ellos son los que se sonrojan recordando dichos compromisos.
Inaer se marchó no sin antes haber golpeado varias puertas reclamando atención. Inaer dejó la línea no sin antes haber advertido de que no podía más. Inaer se marchó mientras la clase política pensaba que en menos de un mes iba a tener el repuesto. Pero nos hemos topado con que no es así, y ya nadie se atreve a confirmar una fecha porque no quiere quedarse con el culo al aire.
Ceuta, mientras, amanece mermada en sus posibilidades de conexión con la península. Y eso, en el caso de una ciudad aislada, es malo. No debería haberse permitido siquiera llegar a esta situación, pero las gestiones no llegaron a buen puerto y quienes debían haber hecho el esfuerzo oportuno no dieron la talla. Que Ceuta esté enlazada con la península resulta clave. Tan clave que afecta al desarrollo de una ciudad, algo en lo que deberían fijarse los parlamentarios ceutíes en vez de quejarse por el mayor o menor espacio que consiguen en los medios de comunicación.
¿Dónde están las gestiones de quienes, cuando menos, deben preocuparse por los déficit que afectan a Ceuta? La falta de conexiones aéreas es una problemática que, cuando menos, debería haber motivado una preocupación constante de los que dicen representar los intereses locales. Ya les decía, ha pasado casi un año de la sorpresa de aquel aviso. Hasta la fecha han sido incapaces de frenar el aislamiento al que nos vemos obligado a asistir.