Ayer fue la puesta en escena. Las dos autoridades comparecieron para dotar de oficialidad a una serie de compromisos que, nos prometen, llevarán a efecto. Planes de empleo, seguridad, Príncipe, obras ilegales, transporte marítimo, empadronamientos, fraude... y en torno a todo esto el compromiso de hacerlo bien. Claro, al triste ciudadano le han dado tantos palos que le cuesta creerse que esta vez sí. Habrá que hacerlo porque no queda otra que confiar en que en esta ciudad, de una vez por todas, se toquen las teclas oportunas para escuchar la melodía que llevamos años esperando. Si no hay consenso entre todos, no avanzamos, y aquí ya se ha superado el límite en muchos campos como para que ahora nos convirtamos en zoquetes a los que gusta golpearse contra el muro. De esa forma no se llega a lugar alguno.
A nadie escapa que en materia de seguridad hace tiempo que cruzamos las líneas rojas. El delito se entregó en los brazos de algo que ha constituido una forma de vida en Ceuta: la doble moral. Los delincuentes no son solo los chorizos de poca monta, sino que hay un trasfondo de modos de vivir que se sustentan en la ilegalidad. Si hablamos de mejorar la seguridad habrá que hacerlo desde una amplia perspectiva, tiemble quien tiemble. La coordinación entre mandos no es hoy la que debe ser, mientras el delincuente goza, en determinadas áreas de la ciudad los agentes juegan a ver quién es el mejor colocando hasta dobles controles donde ni tan siquiera haría falta uno. Si hablamos de lucha contra el fraude, habrá que ir a los empadronamientos y a algo más: porque hay áreas y negocios que se sustentan en una ilegalidad, ¿acabaremos también con ellos?
Ayer el presidente y el delegado se dieron la mano, comparecieron y bosquejaron un esqueleto de compromisos del que pueden salir cosas buenas. Lo fácil ahora es la crítica. Vamos a esperar, como ciudadanos vamos a confiar en este compromiso como si fuera el último para no echarnos a temblar cuando miramos hacia unas estadísticas que nos dibujan unos años venideros muy negros, con una Ceuta sobredimensionada, convertida en oasis de lo que no debe ser, sin identidad y con una sobrepoblación interesada que no puede ser soportada por los 19 kilómetros que no podemos estirar cual chicle.
Este es el panorama y de nosotros depende nuestra actitud. O somos zoquetes o maduros. Doble moral no.