El 'Gran Debate' conducido por Jordi González, periodista que a fuerza de tragarse y apechugar con todo lo que haga falta por imperativo empresarial, ha debido ganarse ya la absoluta confianza y continuidad de T-5, la cadena de Mediaset. Vivirá tranquilo sabiendo que tiene garantizado el pago de su millonaria hipoteca y que jamás tendrá problemas económicos cómo para abandonar su mansión en 'La Finca', la urbanización más exclusiva de Madrid en la que tiene por vecinos a la gente más rica, cool y algún que otro hortera con pasta de la capital.
Las cuestiones del bolsillo no entienden de estómago. Pero anécdotas aparte, intento resumir la maniobra o pirueta del circense 'más difícil todavía' de este último giro de tuerca en la historia de la contraprogramación: la autocontraprogramación de la cadena ‘amiga’. El programa comenzó con un insulso, al tiempo que trasnochado, debate sobre las últimas andanzas de ese personaje ya anciano y carente de cualquier interés que es el chorizo José María Ruiz Mateos. Debate que se iba alternando con una entrevista pregrabada al empresario de la abeja la cual, digo yo, algún día debió picarle en algún conducto cerebral que tuvo que provocarle esa locura que, aún hoy, sigue inspirándole alguna ocurrencia que no deja de tener su gracia. Pero ya digo, una auténtica pamplinada de, seguro, escaso seguimiento (las teles disponen de audímetros para saber en cada momento como va la audiencia).
Tan poco que González no dudó en irse a publicidad indicando que "dentro de unos minutos volvemos con el caso Ruiz Mateos". A la vuelta, los tertulianos y el portavoz de la familia Ruiz Mateos habían desaparecido y, al menos hasta la 1.00 de la madrugada (nos fuimos a la cama), no volvieron al plató si es que lo hicieron en algún momento hasta el final.
Entretanto, desde el inicio del espacio, un cofuso y manipulador rótulo iba advirtiendo a la audiencia de una sorprendente “exclusiva”: una entrevista con la que “podría” (sí, sorprendentemente en condicional) haber sido la forense encargada de dirigir el equipo de la policía científica que descartó los huesos encontrados en ‘Las Quemadillas’ cómo pertenecientes a seres humanos.
Comienza el espectáculo
Se acaba la interminable ristra de anuncios y aparecen nuevos invitados para volver por enésima vez al ‘Caso Bretón’: una amiga del asesino (qué mal gusto no rotularla cómo ex), un psiquiatra, el forense de la tele (de todas), periodistas, abogados y cómo no, los padres de Mari Luz y Marta. El histriónico y populista Juan José Cortés y el siempre mesurado Antonio del Castillo; es verdad que cada uno exhibe su dolor como quiere. Hechas las presentaciones comienza la emisión a través de totales (extractos) de la entrevista a la forense Josefina.
Telecinco no da más datos de su identidad, e incluso aparece con la cara sombreada. A partir de ahí, la sarta de despropósitos no deja de provocar perplejidad sobre perplejidad: la entrevista “exclusiva” data de 2007! Osea, nada que ver con el caso y, por tanto, absolutamente descontextualizada.
La tal Josefina “que podría ser la misma de ahora”, insiste el presentador profundizando en la confusión, es materialmente linchada por un sector de los tertulianos durante el debate. Llega un nuevo espacio para la publicidad y González garantiza que todavía “queda mucho tiempo de entrevista”.
Mentira. Se acaba la interminable batería de spots y el programa se reanuda con otro ‘insólito’ debate: cadena perpetua sí o no.
Josefina ha desaparecido, el debate sobre el caso Bretón no aporta nada y José Mota, la gran apuesta de Telecinco para esta temporada, pone la guinda al espectáculo.y el rastro de sangre y miseria moral que ha dejado en la sociedad vasca y española en general.