Si cualquier tipo de acción vandálica es criticable, que roben en el local utilizado por el Banco de Alimentos es como para llevarse las manos a la cabeza. Robar a quien ayuda al prójimo, a quienes se dedican a recoger alimentos para quien los necesita es más condenable porque supone robar a todos aquellos que están colaborando con esta iniciativa cuyas riendas lleva Pedro Mariscal. Pero al hablar del robo en el local de Loma Colmenar destinado a servir de almacén, tenemos que ir más allá. La política que se está siguiendo a la hora de designar locales por parte de la Ciudad no está siendo la más acertada. Al Banco de Alimentos no se le dio ni eso, porque lo que tienen es un garaje no un local como Dios manda. Un garaje de los tantos que tiene la Ciudad y no vende, en Loma Colmenar, apartado de la visión de los vecinos y al que ni los propios policías ‘visitan’, ya que si pasa por ahí alguna patrulla es por la más purita casualidad o por altruismo. Con todos estos ingredientes, mucho estaban tardando los amigos de lo ajeno en dar el palo y llevarse lo que puedan para luego revenderlo. Y así nos hemos topado con el resultado.
¿Ahora qué?, dirán ustedes. ¿Se tomarán esta columna como el más claro ejemplo de la demagogia? Seguro, antes de que salga a la luz lo asumo. Pero a ver quién va a ser el rico que le va a decir a Mariscal las cuatro excusas en torno a un suceso que ya se veía venir puesto que no es la primera vez que se intenta. ¿Robar al que ayuda? Ya han visto ustedes que pasa, sin miramiento alguno. Ahora es deber de la Ciudad el organizar bien el modo de distribución que hace de unos locales que, en el caso del Banco de Alimentos, son necesarios. Mandar ahora durante tres o cuatro días a las patrullas policiales de nada sirve ya. Bueno sí, de cachondeo. La prioridad son ahora los porritos de la playa y la organización que no llega.