No es la primera vez que ocurre, pero quizá ayer sí que hubo más carga violenta de lo normal. Les hablo del enfrentamiento entre grupos de subsaharianos que tuvo lugar en Bermudo Soriano. La verdad es que los trabajadores y vecinos lo pasaron realmente mal: huyendo del lugar, cerrando sus comercios, escondiéndose... todo para evitar que, sencillamente, les molieran a palos, o, mejor dicho, a pedradas. La tensión en el lugar de los hechos era digna de ver y escuchar. Como decía una persona con muchísima experiencia en esto de la inmigración, y que no citaré para que no sea carnaza de algún inútil asesor, lo que ocurrió ayer no es para tomárselo a broma. Llevamos un par de años con enfrentamientos de este tipo, que se han ido dejando pasar poniendo parcheos. Las tensiones se acumulan y si a esto le añadimos la fuerza que cobran determinados grupos mayoritarios y el hecho de que las salidas a la península se estén, de nuevo, ralentizando, nos topamos con un cóctel molotov que le puede provocar más de un quebradero de cabeza al delegado Pacoantonio.
Lo que ocurrió ayer no debe ser tomado como otro episodio más. Desde la misma administración central cabría replantearse las medidas que deben adoptarse para que, si se permiten los ‘negocios sui generis’ a las puertas de los centros comerciales, quienes los protagonizan sepan mantener un mínimo de civismo. Pero eso no está ocurriendo, ese civismo sólo se le podía pedir a los indios del bosque, los únicos que nunca provocaron revueltas y a los que, de hecho, muchos colectivos echan de menos. Si algunos colectivos de inmigrantes (sería un error generalizar) no respetan esas normas y provocan situaciones tan tensas y delicadas como la de ayer, no se les puede permitir que hoy todo se recuerde como una pesadilla y se vuelva a permitir el mismo tipo de descontrol que puede desembocar en otra tangana peor. ¿Vamos a obligar a la Policía a que esté controlando las superficies comerciales para evitar este tipo de episodios, convirtiéndoles en una especie de seguratas privados? Sería de locos. Urge pues adoptar otras medidas paliativas para rebajar esa tensión que puede extrapolarse al CETI y degenerar en revueltas como las que ya conocimos hace un par de veranos y que parten de gérmenes como este. No es broma, lo de ayer es un aviso que debe tenerse en cuenta para que, desde ya, Pacoantonio tome cartas. Si no lo hace luego le dolerá la cabeza por no actuar desde el minuto cero, como le pasó a Chacón.