Parecía que íbamos a terminar la semana con el culebrón montado entre Caballas y el Gobierno a tenor del agua potable, no potable y la jarrita que los de Alí no quisieron finalmente ‘degustar’. Al final todo esto no va a ser más que una anécdota sobre la que cabrán multitud de valoraciones. Dejará de serlo cuando nos toquen el bolsillo, que es lo que ayer dejó caer el portavoz del Gobierno, Guillermo Martínez, con motivo de la puesta en marcha de la EDAR y las imposiciones europeas. Unas imposiciones que se nos ‘venden’ ahora como una novedad, pero que llevan advirtiéndose años. Otra cosa es que se hubieran tenido en cuenta, hecho que no ha sucedido. Ahora pasa lo que pasa, sobre el contribuyente recaerá el incremento del coste económico del líquido elemento y cabrá preguntarse si durante los años dejados se ha hecho todo lo que debía hacerse en esta materia, si se ha actuado cuando se advertía de la gran cantidad de agua perdida o si se prefería llamar mentirosos a los que únicamente proyectaban informes para mejorar la red.
Pero todavía no ha llegado lo mejor: cuando veamos a los partidos pegándose tortas por culparse de la gestión llevada en materia de agua, y cuando unos se digan a los otros que ellos lo hubieran hecho mejor. Y mientras los ciudadanos asistiremos a un nuevo culebrón y nuestra cartera se resentirá porque tendrá que hacer frente a sorprendentes facturas de agua en la que la cuenta se duplica. Entonces ¿qué carita pondremos?