Marruecos traslada su primer mensaje después de meses en los que ha habido más entradas de inmigrantes de lo normal. Habla el vecino y promete mayor colaboración, lo que significa un reconocimiento más que evidente al hecho de que estaba pasando de ejercer su debido control fronterizo. Así es, según Marruecos, por mucho que le duela a un don José que se afanaba en vender ese mensaje políticamente correcto que le echó por tierra su delfín Carracao en la pasada sesión plenaria.
Así que, se supone, en las próximas semanas tendremos que ver el efecto de ese mensaje. Y ése no es otro que reducir esas entradas a la desesperada de inmigrantes que han buscado el método más atentatorio contra su integridad física para colarse.
Al margen de lo que vaya a ocurrir, deberíamos hablar de lo que ha ocurrido y de la talla que, en asuntos tan sensibles como la inmigración, ha dado más de uno. Cierto es que ha habido repunte, igual de cierto que Marruecos ha mirado hacia otro lado (¿se acuerdan del choteo a la Guardia Civil con la llamada balsa de la discordia?) y también que el CETI ha tenido que organizar sus servicios adaptándolos a una realidad para la que estaba preparada con un tope por delante: el mágico número 700. Estas eran las claves con las que los que tienen responsabilidad en determinadas áreas de impacto social debían haber hecho sus valoraciones. Pero no ha sido así, quizá porque gusta más vender un mensaje adaptado a nuestra realidad particular. Hablar de hacinamiento, recordar el Ángulo o los asaltos a la valla, o llegar a emplear términos como cupos para referirnos a los inmigrantes han formado esa realidad paralela que interesaba más. ¿Por qué? Que cada uno se analice. Quizá hubiera sido bueno preguntar cómo ha estado trabajando la gente del CETI -me imagino a piñón y echando horas e imaginación por un tubo- o cómo ha actuado el área de Extranjería antes que lanzar conclusiones tan erráticas como preocupantes. Ahora se avecinan tiempos de cuarentena, que es en donde dejo el mensaje lanzado por Rabat. Más tarde llegarán otros en los que 'pagando al moro' no conseguiremos frenar unos movimientos humanos que nacen de un África que se mueve, que protesta, que lucha. Sólo hemos asistido a las revueltas de la llamada primavera árabe y ya nos hemos acojonado. África también tiene un sueño y llegará el momento en que busquen el desarrollo que ahora taponan los dictadores subvencionados... ¡Oh milagro! con el dinero de una Europa que se inventa fronteras ficticias para poner barreras a lo que ellos mismos han provocado.
Guardemos nuestros discursos tremendistas para cuando sean necesarios.