Decía el otro día la jefaza de Gobernación, Yolanda Bel, que iba a ser complicado eso de buscar sanciones para los que están dedicándose a provocar incendios. Si bien esa tarea resulta complicada llega un momento en que debe ser algo obligado pues no se puede permitir que los bomberos terminen empleando toda la tarde en sofocar incendios provocados. Si ya nos hemos medio acostumbrado a la quema organizada de vehículos -¿que duro verdad?- ahora parece que la situación de dejadez absoluta nos va a llevar a tener que acostumbrarnos a eso de la quema de matorrales y rastrojos porque a cuatro adolescentes se les ocurra matar el tiempo provocando salidas extra.
Se está provocando un juego peligroso, que afecta a la seguridad de todos y se está buscando aplicar la historieta del gato y el ratón choteando al personal, sin tener reparo alguno en meterse en un terreno peligroso: el de la seguridad pública. ¿Es lógico que se tenga que acudir entre tres y cuatro veces diarias al mismo lugar, al Sarchal?, ¿resulta normal que en una Ceuta se produzca la quema de hasta dos vehículos diarios?, ¿consideran que debe ‘dejarse pasar’ que haya tardes enteras en las que los bomberos están saliendo únicamente para atender emergencias provocadas porque a alguien le guste pasar el rato de esta manera?
Si nos acostumbramos a que cada año este tipo de situaciones se repita mal vamos, porque estamos asimilando como normal un tipo de actitudes generalizadas que tiempo ha perdieron la característica de anecdótica. ¿Qué soluciones hay? Está claro que no sólo policiales, hay que buscar más allá: en el ámbito educativo, social, familiar y hasta judicial... Pero bueno, eso creo que ya lo sabemos, llevamos con la misma cantinela muchos años. Si sabemos detectar dónde está el error, ¿por qué cuesta tanto poner en práctica las soluciones?