El Gobierno anuncia, ahora, el traslado de uno de los Hércules al centro de la ciudad. Se vende como una forma de acercar el arte, aunque a mi entender es una manera de atraerse algo que está perdido en el puerto y que la Ciudad, sencillamente, no sabe qué hacer con ello. Desde el primer momento, la millonaria compra de los Hércules fue motivo de crítica. Cierto es que poner cifras al arte siempre es tarea que se presta a la denuncia fácil, por eso de que es coto privado de algunos entendidos y objeto de crítica del resto: es decir, de aquellos que entendemos lo justo del arte y demasiado de la cartera con que se paga. Perdidos en el puerto, hay ceutíes que los han descubierto de casualidad y otros, sencillamente, nunca han admirado lo que se pagó precisamente para ello. Ahora la Ciudad reacciona y anuncia el traslado, en plena Marina, de la obra de Ginés Serrán Pagán. Verse se va a ver, de eso estamos seguros. Cosa bien distinta es que cause la admiración entre los viandantes hasta el punto de conseguir acallar la crítica. Y es que con tantas decisiones incongruentes la Ciudad demuestra que tiene o un mal asesoramiento en materia cultural o un sentido nulo de la necesaria combinación entre arte y conveniencia. Porque de eso también se trata, de saber poner medida y cierto control a la adquisición de determinados bienes que más parecen pagados porque sí que por una finalidad concreto. Luego pasa lo que pasa, que abonada la estatua de turno no sabemos ni qué hacer con ella. Por cierto, ¿qué futuro darán a la que retiraron de San Amaro? Si el almacén municipal hablara...