La frontera del Tarajal fue escenario esta semana de la generación de largas colas que llegaron hasta Juan XXIII. Unos dicen que el origen estuvo en Marruecos, otros que en el cierre de algunos carriles... sea la causa que sea, el hecho es que volvió a ponerse de manifiesto la imperiosa necesidad de reordenar el tráfico de alguna manera para que no sucedan los perniciosos efectos derivados de esta situación. La llegada al hospital se convirtió en una odisea. Y no piensen sólo en las emergencias, sino en cualquier familiar de un paciente que tuviera que hacer un relevo o cualquier trabajador que tuviera que ‘fichar’. Si a eso le sumamos los comerciantes que salían de las naves y que quedaron atrapados o los vecinos del Príncipe que tenían imposibilitado el acceso a sus residencias. El bloqueo duró casi una hora, en plena visita ministerial y hasta el momento las autoridades no han hecho valoraciones ni han dado soluciones. ¿Qué nueva invención van a sacarse de la manga para encontrar no ya una explicación sino una solución a este desaguisado? No puede permitirse que de ciento a viento cambios de turno policiales, o mosqueos del vecino país se traduzcan en situaciones caóticas que terminan colapsando a una ciudad.
El proyecto puerto-frontera, que a mi juicio carece de sentido debido al descenso cada vez mayor de la OPE, se erige en la respuesta diplomática que ofrece la administración central para callar la boca. Lo conseguirá entre los ilusos, no entre la mayor parte de una población que no entiende de promesas políticas sino de medidas urgentes.
No se puede permitir que situaciones tercermundistas que se generan cada vez que se produce una cola de este tipo queden sin actuación. Llevamos años denunciándolas... ¿no hacen algo por ineptitud o por puro pasotismo? Ambas son graves.