No hay peor asesor para una autoridad que aquel que le machaca a mentiras vendiéndole asuntos distorsionados para sacar su propio beneficio. En el duro intento por no ser un cadáver político, busca las mil y una maneras por quedarse a la vera del poder. Más aún cuando se acercan unas elecciones en las que se van a decidir los cargos, los subcargos y los añadidos. Es entonces cuando el camino se hace más complicado porque hay que ser excesivamente trepa para estar en lo más alto, sea a costa de lo que sea. Encima si a esto le añadimos la falta de padrinos, la tarea es mucho más compleja porque no hay quien te tenga debajo del ala y te dé un sitio bueno por narices, porque el padrino lo manda. Y en Ceuta hace meses que el padrino perdió su poder y dejó huérfanos a sus polluelos que han tenido que reconvertirse o morir. Algunos, los pocos, han optado por encargar el ataúd; otros han preferido reconvertirse sin medir las consecuencias y lo han hecho de forma tan artificial que cuesta creerles. Desde sus puestos de mando echan mano de la vaselina para preparar un camino y pasar las aristas con el menor dolor posible. Así van pasando los días y alcanzando esa meta que no es otro que llegar a los comicios con el trabajo hecho y con la petición en la mano para poder seguir siendo el perro fiel del amo, aunque para ello hayan tenido que adoptar tintes franquistas erigiéndose en censores embusteros, artistas de las verdades a medias y auténticos manipuladores de las mentiras. Son estrellas sin padrino en busca de un nuevo hueco en el que anidar porque volver a la tierra, al escenario en el que no se levita, al mundo de los mortales, del café del euro y del viaje en autobús es doloroso. Y aquí no valen vaselinas.